El insulto más antiguo de la historia lo inventaron en Roma y significa lo mismo a día de hoy: "Era impúdico"
Las diferentes lenguas que se han hablado han incluido este tipo de palabras, pero también se hacían gestos que aún conservan su significado

Alberto Herrera conoce las curiosidades de la historia que dejaron los insultos con la historiadora Ana Velasco
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En la historia de la humanidad, los insultos han sido un reflejo directo de la moral, la cultura y los tabúes de cada época. Aunque los tiempos cambian, hay expresiones que sobreviven a los siglos casi intactas en forma y, sobre todo, en intención. Uno de los casos más sorprendentes es el del llamado “dedo impúdico”, un gesto ofensivo que ya utilizaban los romanos y que hoy sigue teniendo exactamente el mismo significado: un insulto claro, directo y universal.
La historiadora Ana Velasco lo explicaba recientemente en Herrera en COPE, durante una conversación con Alberto Herrera sobre el origen de los improperios: “En Roma se consideraba que había un dedo impúdico, que es el de hacer una peineta. No quiero ni hacerlo aquí, para que no caigamos en tentaciones”. Este gesto, conocido actualmente como “la peineta” o simplemente levantar el dedo corazón, era entonces una forma explícita de agresión simbólica cargada de connotaciones sexuales. Los romanos no solo lo utilizaban como provocación, sino también como una manifestación de desprecio que buscaba humillar al otro públicamente.
Del lenguaje corporal al insulto verbal
La fuerza de los insultos antiguos no residía únicamente en las palabras. También los gestos, como hacer los cuernos o la higa, funcionaban como expresiones de burla, protección o condena. Ana Velasco subrayaba que “hacer los cuernos era, al mismo tiempo, una forma de burlarse de uno mismo y, por tanto, de estar protegido por los dioses”, una ambigüedad que mezclaba lo ofensivo con lo supersticioso. En cambio, la llamada figa, meter el pulgar entre los dedos índice y corazón, era una protección contra el mal de ojo, lo que demuestra cómo el lenguaje corporal estaba cargado de sentido en la Antigüedad.

Felice Herrig hace gestos obscenos a Cortney Casey durante el UFC 218 en el Little Caesars Arena en Detroit, Michigan.
Pero si hay una estructura ofensiva que ha resistido el paso de los siglos, es el insulto relacionado con la sexualidad. “Ser promiscua, ser una mujer pública, era uno de los peores insultos”, explicaba Velasco, refiriéndose al origen del popular “hija de puta”, una expresión que, pese a su dureza, forma parte del lenguaje cotidiano de muchas culturas, especialmente en el ámbito mediterráneo. En este sentido, mentar a la madre no era solo una falta de respeto, sino una violación directa del núcleo sagrado de la familia. “El valor que tiene la madre en todas nuestras sociedades católicas o que vienen del Mediterráneo” era —y sigue siendo— fundamental, lo que convierte este tipo de insulto en uno de los más graves desde la Antigüedad.
No es casualidad que los improperios más persistentes estén ligados al sexo, la maternidad o la infidelidad. Palabras como “cornudo” tienen raíces antiquísimas. El humor y la humillación por la traición conyugal ya aparecen en textos del año 1200 a.C., según recordaba Ana Velasco en referencia al chiste más antiguo de la historia. En él, unos hombres eran objeto de burla por las infidelidades de sus esposas, lo que da una idea de cuán antiguos son estos conceptos en el imaginario popular.
Viene de muy lejos
En un mundo hiperconectado donde las ofensas pueden viralizarse en segundos, resulta fascinante descubrir que muchos de los insultos más comunes ya se utilizaban en la Antigua Roma. Incluso el tono burlón y carnavalesco que caracteriza a muchas ofensas tiene raíces clásicas. En el Renacimiento, por ejemplo, las obras de Rabelais, como Gargantúa y Pantagruel, incorporaban insultos grotescos y gestos obscenos como parte esencial de su crítica social y su humor ácido.

El diputado Boris Johnson recibió un gesto obsceno de un ciclista que pasaba por allí cuando el alcalde inauguró oficialmente
Los gestos obscenos y los insultos no solo han sobrevivido, sino que han evolucionado, adaptándose a cada lengua y contexto cultural. Como destaca la Real Academia Española, muchos términos que hoy usamos con carga peyorativa tienen orígenes mucho más antiguos y han sido moldeados por siglos de historia, moral religiosa y uso popular.
Así, tanto el “dedo impúdico” como los insultos relacionados con la maternidad o la sexualidad no son meras groserías modernas. Son ecos de una civilización que, a través de su lengua y sus gestos, ha transmitido lo más humano —y a veces lo más cruel— de sí misma. Un legado que, como muestra el lenguaje, sigue presente entre nosotros… para bien o para mal.