La obsesión que se le atribuye a Hitler y los nazis y que en realidad viene de antes: relacionada con la teoría de la conspiración

Desde hace años, se atribuye a la ideología nazi unas obsesiones que no eran realmente propias del partido, y que tenían una base más antigua

Hitler y los nazis
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80 años del suicidio de Hitler, en 'La Tarde'

Ana Rumí

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Este 2025 se cumplirán 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que, como sabes, marcó un antes y un después en la historia contemporánea. No solo eso, sino que cambió el mundo tal y como lo conocemos. Porque, tras el Tratado de París, los límites políticos darían un giro de 180 grados.

Antes de que comenzase la Guerra Fría y que se gestase un nuevo orden mundial, la paz tras la Segunda Guerra Mundial se estaba cociendo, de forma escalonada. No fue lo mismo la capitulación de la guerra en Occidente que en el Pacífico, y conviene centrarse en la primera de todas, porque supondría un acontecimiento que no esperaba ningún bando: el suicidio de Hitler.

Si el 8 de mayo de 1945 (próximamente se cumplirán los 80 años) se firmaba la capitulación de Alemania y terminaba la guerra en occidente, el 30 de abril, Hitler sucumbía rindiéndose con su propia vida.

El doctor Morell y Adolf Hitler, en la terraza del Berghof

Bundesarchiv

El doctor Morell y Adolf Hitler, en la terraza del Berghof

Lo hacía en su búnker de Berlín, que construyó en 1936 por si pasaba lo peor, y que amplió conforme perdía la guerra. Si al principio contaba con 28 habitaciones, más adelante se hizo con bastantes más para acoger a sus segundos al mando y sus familias, y a la que acabaría siendo su mujer, Eva Braun.

Al principio, el búnker era un lugar extraordinario en el que refugiarse y protegerse pero, conforme la guerra avanzaba y las opciones nazis se reducían, se convirtió en un cementerio de vivos.

Lo que se escuchaba era el sonido de las goteras, los generadores, y, de cuando en cuando, las bombas que asolaban Berlín. Lo que se olía no era mucho más halagüeño, y era a humedad, y almendras amargas, el terrible olor del cianuro con el que muchos comenzaban a suicidarse.

Los últimos días en el Führerbunker fueron una agonía constante, y no terminaron, para desgracia de muchos, con el tiro en la sien de Hitler. El suicidio fue premeditado y provocó que una Alemania de la que quedaba poco de su esplendor, se rindiese.

El suicidio de Hitler, la reconstrucción de un hito histórico

El Ejército Rojo de la Unión Soviética estaba, tan solo, a 500 metros de Berlín. La Alemania nazi había colapsado, llevaban tiempo perdiendo la guerra y lo que otrora había sido victorioso, ahora era sinónimo de destrucción. Que iban a perder la guerra estaba tan claro, que el propio Hitler ordenó lo que vendría después de su suicidio.

Sabía que morir era lo único que haría que no se cebasen con él, y estaba decidido a no acabar como Benito Mussolini, vejado por su pueblo y sus contrincantes.

Desde hace días, preguntaba a sus médicos de confianza cuál es el mejor método de suicido, y enredó en esa espiral a sus seres queridos. La madrugada del 30 de abril, dictó su última voluntad y testamento, y, encerrado en una sala con Eva Braun, sacrificaron a su perro mientras resuena un sonido: un disparo.

Hitler y Eva Braun

Alamy Stock Photo

Hitler y Eva Braun

Su recién mujer (y viuda), se había tomado una pastilla de cianuro. Él también, pero prefirió asegurarse la muerte con un tiro en la sien. Los oficiales de la SS al mando, cumplieron con sus órdenes y quemaron su cuerpo.

Aunque los rumores sobre su muerte corrieron como, nunca mejor dicho, la pólvora, hay quienes encuentran muchas discordancias con el discurso oficial. A pesar de la conspiración, no hay ninguna prueba fehaciente de que conservase su vida.

El ambiente derrotista, las constantes quejas de los que allí vivían y el putrefacto olor, desanimaron a Hitler hasta llevarlo al suicidio como forma cobarde de rendir al país que decía amar.

Las obsesiones atribuidas que no eran suyas

Esa personalidad tan trágica, llena de pensamientos intrusivos, llevó a Hitler a obsesionarse con ciertos temas y a tomar sus paranoias por ciertas. Esa manía persecutoria le llevó a tomar decisiones que muchos de su círculo cercano no consideraban del todo correctas.

De esas obsesiones que se han contado a lo largo del tiempo, no todas son ciertas. De Hitler se ha dicho que buscaba las reliquias más preciadas del mundo porque daban un “poder especial”.

Sin embargo, eso no fue algo que él tuviese en mente. Ni él, ni los nazis. “No es cierto que sea del nazismo, es una ideología que bebe de las corrientes esotéricas de finales del XIX, como la sociedad Thule” explicaba Ana Velasco, historiadora.

Hitler

EFE

Hitler

Esas fuentes de las que bebía el nazismo, estaban obsesionadas con encontrar ciertas reliquias, como el santo Grial, la perdida Atlántida, o la lanza de Longinos.

Hay toda una conspiración o clima de que hay poderes especiales en el mundo y beben de este clima los nazis, pero no es nazi, y Hitler no es tan fan. El realmente obseso es Himler, que aparece en Indiana Jones buscando esas reliquias” decía la experta.

Sin embargo, él sí tenía una obsesión: las películas de Disney.

Quería trasladar el modo de vida americano, y Disney, uno de los mayores fenómenos, era muy querido por Hitler”. Impresionante.

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