Se convirtió en el cuadro más vigilado del mundo por un robo en el que tuvo que ver Picasso: escondido bajo el abrigo
Hubo sospechas de que el carpintero italiano Vicenzo Perugia podía ser el culpable de la desaparición de La Gioconda o Mona Lisa, pero también existían sobre el pintor español

Alberto Herrera conoce el robo más importante de la historia y las curiosidades que lo rodean con la historiadora Ana Velasco
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La Mona Lisa, el retrato enigmático pintado por Leonardo da Vinci, no siempre fue el cuadro más famoso del mundo. De hecho, su salto a la categoría de mito global comenzó con un robo. Un robo que mantuvo a la obra desaparecida durante casi tres años, y que convirtió a la Gioconda en un fenómeno mediático sin precedentes. Lo insólito es que entre los principales sospechosos figuró un joven y prometedor Pablo Picasso, investigado por la Policía francesa por la desaparición del cuadro en 1911.
“Tardaron once días en darse cuenta de que faltaba”, recordaba la historiadora Ana Velasco en el programa de Herrera en COPE. El suceso se remonta al verano de 1911. El Louvre, entonces con apenas diez vigilantes para sus 200.000 metros cuadrados, ofrecía unas condiciones de seguridad impensables hoy. El italiano Vincenzo Peruggia, carpintero que había trabajado en la fabricación de cajas protectoras para obras del museo, aprovechó esa debilidad. Entró un lunes por la mañana disfrazado con una bata de trabajo, desmontó el marco con un destornillador y salió con el cuadro escondido bajo el abrigo. Nadie lo detuvo. Nadie lo notó.
Picasso, entre los sospechosos
La investigación tardó días en ponerse en marcha y semanas en identificar sospechosos. Pero uno de los primeros nombres en aparecer fue el del pintor Pablo Picasso. “Picasso fue detenido el 23 de agosto de 1911”, explica Velasco, quien recuerda que el artista ya había estado envuelto en un escándalo anterior. En 1907, se descubrió que tenía en su poder dos esculturas ibéricas robadas del Louvre, unas cabezas que sirvieron de inspiración directa para su obra Las señoritas de Avignon. Esa conexión con el arte sustraído levantó sospechas.

Los visitantes toman una foto de la "Mona Lisa" de Leonardo Da Vinci en el Museo del Louvre.
Además, la policía también centró su atención en Guillaume Apollinaire, amigo íntimo de Picasso y figura clave de las vanguardias literarias. Se barajó incluso la hipótesis de que ambos hubiesen participado en el robo por motivos artísticos. “Picasso llegó a decir que no conocía a Apollinaire para librarse”, relata Velasco. Aunque finalmente no se les pudo vincular con el robo de la Mona Lisa, el episodio manchó temporalmente la reputación del joven pintor español.
Durante más de dos años, la Gioconda permaneció oculta bajo la cama de Peruggia, quien insistía en que su acto no era un robo, sino un gesto patriótico para “devolver la pintura a Italia”. No intentó venderla hasta finales de 1913, cuando ofreció la obra a una galería de Florencia. Fue entonces cuando las autoridades italianas confirmaron su autenticidad y procedieron a su recuperación.
El robo que hizo célebre a la Gioconda
Hasta 1911, la Mona Lisa era una pintura apreciada, pero no el icono planetario que es hoy. El robo lo cambió todo. “La gente empezó a acudir en masa al Louvre solo para ver el hueco vacío”, comenta Velasco. La cobertura mediática fue tan extensa que el cuadro adquirió un aura de misterio y romanticismo del que nunca se ha desprendido.
El episodio dio lugar a múltiples teorías conspirativas. Una de las más llamativas fue publicada en 1932 por un periodista estadounidense, quien aseguró que el robo fue orquestado por un falso conde argentino llamado Valfierno. Su objetivo: vender copias falsas del cuadro a millonarios americanos. Para ello, necesitaba que el original desapareciese, aunque nunca se probó esa versión.

"La Gioconda" en el museo del Louvre, París
El retorno del cuadro a Francia fue recibido con júbilo. Peruggia fue condenado a solo siete meses de prisión, y la obra volvió al Louvre, donde hoy se conserva tras un cristal antibalas y vigilada día y noche. Desde entonces, la Gioconda ha sido atacada en varias ocasiones, pero su leyenda solo ha crecido.
“Es un cuadro pequeñito, apenas 70 centímetros, pero ahora mismo es el más vigilado del mundo”, señala Velasco. Y, probablemente, el más famoso. Un título que no debe tanto al genio de Da Vinci como al insólito episodio que la convirtió en objeto de deseo, mito cultural y símbolo universal del arte occidental.