La detención de Puigdemont ha puesto a todo el mundo donde se suponía que debía estar. A saber, los indepedentistas, unidos todos (ERC y Junts) en torno al presidente fugado. A Sánchez de los nervios, porque ahora mismo en tanto Puigdemont esté en dificultades, no puede contar lo de ERC para cerrar sus PGE. Y a la mayor parte de los españoles, alegrados porque por fin se haga justicia con un individuo que estuvo a punto de provocar una vía de sangre en Cataluña y que se fugó en el maletero de un coche de una forma cobarde. Pero ojo con lanzar las campañas al vuelo. Hay demasiadas cosas en Cerdeña que se parecen a la de Schleswig-Holstein, el lugar de Alemania donde se puso en libertad a Puigdemont después de detenerlo. Es un ambiente muy independentista a favor del procés el que se vive en la zona de Cerdeña, donde todavía se habla catalán y además, es indudable que Puigdemont está muy bien asesorado jurídicamente por una serie de abogados encabezados por Boye, que fue responsable del secuestro de un empresario.

Él sabe cuál es el ambiente en Italia, concretamente en Cerdeña, y sabe que toda la cuestión de su extradición está envuelta en una tupida red jurídica que pasa por España y Bruselas. Vamos a ver qué ocurre. Yo me temo lo peor. Quizá comienza ahora una larga cuenta atrás, una serie de días en los que se dilucidará si esta extradición se produce o no, pero en cualquier caso. Puigdemont ha logrado estar de nuevo en el foco. Había sido dado por amortizado y ahora mismo está en el centro. Veremos qué ocurre y si finalmente es puesto (o no) en libertad.