El ‘Gran Hermano’ entre amigos: los jóvenes normalizan la geolocalización y los expertos alertan de los riesgos
La tendencia de compartir la ubicación en tiempo real se extiende en parejas y pandillas, un hábito que preocupa a los psicólogos por la pérdida de intimidad y libertad

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Una tendencia social ha encendido las alarmas en la tertulia de Fin de Semana de COPE, con Cristina López Schlichting: cada vez más jóvenes deciden compartir su ubicación en tiempo real con amigos y parejas. Durante el debate, José Miguel Gaona y José Manuel Aguilar han analizado un fenómeno que es percibido por sus protagonistas como una fuente de tranquilidad y seguridad, una perspectiva que desconcierta a generaciones anteriores.
La vigilancia como nueva normalidad
Para José Manuel Aguilar, psicólogo, la clave para entender esta nueva realidad es que la generación actual "es plenamente consciente de que sus datos y la vigilancia que se produce sobre ellos es ubicua". Según el psicólogo, los jóvenes han normalizado la entrega de sus datos de forma gratuita al usar un cajero o una aplicación, en lo que define como un "nuevo paradigma mental" y un "capitalismo de la vigilancia" donde la intimidad se expone en redes sociales de forma natural.
Este hábito se ha convertido en una forma de cohesión social, hasta el punto de que, como se apuntó en la tertulia, no participar en este mapeo colectivo puede significar la exclusión. "Si no permites este mapeo de dónde te encuentras en cada momento, no estás dentro del grupo", una presión social que convierte una opción personal en una exigencia para la integración.
De la seguridad al control patológico
Por su parte, el doctor psiquiatra forense José Miguel Gaona ha advertido de que esta práctica no reduce el peligro real. En su opinión, compartir la localización de forma constante únicamente "simula control y crea una falsa calma", sin aportar seguridad genuina. Gaona ha enfatizado la importancia de tener un espacio privado, ya que la monitorización constante obliga a dar explicaciones y coarta la libertad, llevando a que muchas personas "se autorregulen en su conducta".

Joven toma una foto con su móvil
Uno de los mayores peligros, según Gaona, es que esta costumbre está "plantando las semillitas para escaladas en contextos patológicos", especialmente en "relaciones tóxicas" marcadas por los celos, los rasgos paranoides o la dependencia emocional. En estos casos, la localización permanente "puede agravar la patología, no prevenirla", convirtiendo una supuesta herramienta de seguridad en un mecanismo de control.
El debilitamiento de la identidad
Aguilar también ha subrayado la necesidad de "aprender a estar solo", ya que la vida presenta momentos de soledad obligada para los que los jóvenes no se están preparando. Esta conexión permanente, ha añadido, no acerca a las personas, sino que transforma la intimidad en "puro cotilleo", como ejemplificó con el caso de un paciente que usaba su historial de Google Maps para recordar detalles de su vida.
La consecuencia final de esta exposición es una erosión de la propia identidad. "Cuando todo el mundo sabe dónde estás, empiezas a no saber ni siquiera quién eres, porque estás perdiendo el contacto contigo mismo", ha reflexionado Schlichting. Gaona coincide, alertando de un "debilitamiento del yo" y una "conducta adaptada a la mirada del otro", que resta libertad en la toma de decisiones. Un ejemplo es el de Paula Santiago, una joven que afirmaba sentirse más segura compartiendo su ubicación, declarando: "No me siento vigilada, no tengo nada que esconder", una frase que para los expertos resume la preocupante renuncia a la intimidad.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.



