No importaba llegar tarde: importaba llegar en paz
De los Alpes a Roma: el viaje en bicicleta que curó la ansiedad de un escritor
No era deportista ni peregrino. Pero cuando la ansiedad lo llevó al límite, Pepe Pérez Muelas decidió subirse a una bicicleta y recorrer 1.200 kilómetros desde los Alpes hasta Roma por la Vía Francígena. En Días de sol y piedra , convierte aquella travesía en una meditación sobre la belleza, la fe y la urgencia de detenerse para volver a mirar el mundo.

Pepe Pérez Muelas cruzó los Alpes en bicicleta rumbo a Roma en busca de la paz interior
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Viajar no siempre es recorrer postales o acumular selfies. A veces, es una forma de sanar. Así lo demuestra Pepe Pérez Muelas, profesor de Lengua y Literatura en Sevilla y autor del libro Días de Sol y Piedra (Siruela), quien recorrió en bicicleta la vía francígena, desde los Alpes hasta Roma, para reencontrarse consigo mismo tras una etapa oscura de su vida.
“He tenido episodios feos de ansiedad, bordeando la depresión. Necesitaba volver a ser el Pepe feliz que vivió en Roma”, confiesa el escritor, que completó los 1.200 kilómetros del trayecto en 14 días. Sin ser un deportista habitual, halló en la bicicleta un modo de liberarse del ruido y el estrés: “El viaje fue mi terapia”.
El recorrido, que atraviesa pueblos silenciosos, colinas toscanas y catedrales milenarias, lo conectó con otra Italia: una Italia íntima, provinciana, de pequeñas plazas y voces en susurro. “A esa velocidad –dice– uno aprende a mirar. No es turismo de masas; es contemplación. Ves cómo el paisaje cambia con cada pedalada”.
Pérez Muelas rescata el sentido espiritual del viaje. En su camino durmió en conventos y monasterios, compartiendo conversaciones con monjes y religiosas. Una de ellas, Sorana, monja en Siena, le dejó una enseñanza que marca el tono de su libro: “La bondad no renuncia a la inteligencia. Y la fe, si ha de llegar, llegará”.
Más que un diario de ruta, su libro "Días de Sol y Piedra" es una meditación sobre la belleza, la pausa y el reencuentro con uno mismo. El autor observa el arte sin pretensión académica, desde la emoción pura: la luz sobre los mosaicos del Duomo de Siena, la quietud de una plaza en Pietrasanta, el último atardecer antes de entrar en Roma.
“El viaje me devolvió la calma, y me enseñó a mirar de nuevo”, explica. Nueve meses después de aquella travesía, Pérez Muelas emprendió otro viaje, más íntimo: fue padre. “Ya no necesito irme lejos para encontrar la belleza —dice sonriendo—. Ahora me basta mirar a mi hijo”.



