Un policía acorrala al acusado burgalés del crimen de Logroño con una prueba clave: la cerradura
Un agente revela en el juicio que la víctima solo dejaba la puerta sin las vueltas de llave echadas si esperaba a alguien, contradiciendo la versión del marido

Un policía testifica en el juicio por el asesinato de una mujer en Logroño, apuntando al marido burgalés como culpable por pruebas que contradicen su relato
Burgos - Publicado el
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Un policía que investigó la muerte de una mujer en su domicilio de Logroño en 2020 ha asegurado este miércoles en el juicio que la víctima tenía una costumbre inalterable: echar siempre dos vueltas de llave y dejarlas puestas por dentro. Esta rutina, según el agente, solo se rompía si esperaba a alguien conocido, una revelación que complica la situación procesal de su marido, un vecino de Burgos de 61 años, acusado de asesinato con alevosía y razón de género.
Una muerte simulada
El agente, que actuó como secretario de la investigación, ha declarado en la octava jornada del juicio en la Audiencia de La Rioja que se descartó tanto el suicidio, la primera versión que dio el acusado, como el robo. A pesar de que había objetos fuera de lugar, la escena no correspondía con un robo habitual, donde el desorden es mucho mayor.
El investigador sostiene que “el acusado primero trató de simular un robo y luego un suicidio”, intentando desviar la atención sobre la verdadera naturaleza de los hechos. Para la policía, el móvil del crimen fue el deseo de la fallecida de divorciarse, una intención que la víctima había comunicado a una hermana y a una compañera de trabajo.
Las pruebas que contradicen al acusado
La investigación apunta a que el procesado la llamó la noche del 12 de octubre para avisarle de que la acompañaría a una revisión médica dos días después, por lo que ella no habría cerrado la puerta con llave. “Lo altamente probable es que esperase a alguien con quien hubiese contactado en días previos, pero solo había recibido una llamada de su marido en la noche del 12 de octubre”, ha afirmado el agente.
El relato del acusado, quien encontró el cuerpo en un charco de sangre el 13 de octubre de 2020, también presenta contradicciones. Describió un cuchillo limpio a su lado, algo que al investigador le pareció inverosímil en la “vorágine” de la escena. El análisis posterior confirmó que el arma no tenía huellas ni ADN, solo sangre de la víctima.
Además, el policía ha indicado que es imposible que, dada la posición del cuerpo, las zapatillas de casa de la víctima siguiesen “perfectamente puestas”. A esto se suma el hallazgo de ADN del marido en el dorso, la palma y las uñas de la mano derecha de la mujer, así como en el dorso de la izquierda, lo que refuerza las sospechas.
Un crimen sin rastro tecnológico
Las acusaciones sostienen que el procesado se desplazó desde Gumiel de Mercado (Burgos), donde estaba con su hijo, hasta Logroño durante la noche del crimen. Sin embargo, el agente ha admitido que no existen imágenes de cámaras de seguridad o tráfico que lo acrediten, ya que su teléfono móvil fue apagado durante esas horas, impidiendo su geolocalización.
Por estos hechos, tanto el fiscal como la acusación particular, que representa a los ocho hermanos de la víctima, solicitan una pena de 22 años de cárcel para el acusado. Su defensa, por el contrario, mantiene que no estuvo implicado y aboga por su libre absolución.
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