Camino de la excelencia

Las firmas y las rúbricas de los artistas participantes en el Festival Internacional de Folclore quedaron plasmadas anoche en un último esfuerzo por dejar huella en la ciudad de Burgos.

Un día más, ni un reproche. Equilibrio, orden, espectáculo, fuerza… volvieron a ser palabras que decoraron durante más de dos horas este edificio imaginario que construye el Comité de Folklore, cada año, con el apoyo imprescindible del Ayuntamiento de Burgos. Un edificio que se construyó desde los cimientos hace 47 años y que ahora pertenece al Skyline de la cultura con mayúsculas de nuestro solar.

A los invitados de esta edición los acompañaron los muchachos de Hontoria del Pinar, las chicas de Nuestra Señora de las Nieves y los jóvenes de Estampas Burgalesas que pusieron el cierre a modo de broche de gala con una jota para no olvidar.

Durante 5 días hemos visto y reverenciado en estas líneas, el arte de Valencia, baile de salón mediterráneo, bolero eterno de una tierra, hoy dolida por la tragedia, siempre hermanada con las tierras burgalesas…

Hemos disfrutado la percusión bailada de los ecos africanos de Senegal; de los pasos firmes hacia un futuro prometedor de la delegación de Serbia con los giros eslavos de solidarios movimientos, el colorido, el brillo y el arraigo de los de Singapur, sudeste asiático en vena…

Esta semana ha sido, también, la de los bailes y los cantos de las antípodas… Trepidantes movimientos y fuerza desmedida en el escenario… Burgos descubrió así a Nueva Zelanda.

Y el Festival fue, además, lugar de reencuentro con México. Con un folclore conocido, pero no por ello sorprendente en su ejecución. Los mexicanos nunca defraudan, pero este año batieron su propia marca entre nosotros.

Y el Festival terminó. Pero, además del esbozo de urgencia que hago de los invitados a esta convivencia intercultural, reseño la valía y el buen hacer de todos los bailarines de Burgos que con sus agrupaciones escoltaron, como buenos anfitriones, a nuestros invitados.

Y proclamo a viva voz el inmenso trabajo de los 85. Sí, los voluntarios que, en ese número, son los que hacen posible, con discreción, paciencia y humildad, que todo esto sea real… a las órdenes, eso sí, del Comité capitán que llevó una vez más la nave del arte al puerto seguro del futuro.  Otra vez la sociedad civil...