El reto de los psiquiatras para cuidar la salud mental ante las nuevas tecnologías: "Trastornos mentales"
Las redes sociales, el FOMO o la adicción a contenidos explícitos son los principales factores que nos mantienen conectados, sobre todo a los adolescentes.

Guadalajara - Publicado el
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Si viajas en transporte público, basta con mirar a un lado para comprobarlo: la mayoría de los pasajeros tienen la mirada fija en el teléfono móvil. No es casualidad. Muchos pasan minutos —o incluso horas— haciendo lo que ya tiene nombre propio: el scroll infinito, ese gesto mecánico de deslizar vídeos cortos de Instagram, TikTok o Facebook sin pausa ni propósito.
Este consumo rápido y repetido de contenido activa el sistema de recompensa del cerebro, liberando microdosis de dopamina y generando un efecto similar al de una adicción. En Europa ya se conoce como “cocaína conductual”, y sus principales víctimas son los adolescentes, más vulnerables por un cerebro aún en desarrollo.
FOMO O EL MIEDO A NO ESTAR PRESENTES
Las consecuencias no se limitan a la dependencia. Se habla también de falta de concentración, intolerancia a la frustración, mala memoria e incluso síntomas de abstinencia. Si te acostumbras a contenidos de 15 segundos, cuesta mantener la atención durante una película o una clase.
La vida digital ocupa hoy un espacio que compite directamente con la vida real. La presión por estar conectados, el miedo a perderse algo —lo que los psicólogos llaman FOMO (Fear of Missing Out)— y la exposición constante a comparaciones sociales son ya parte del día a día de los jóvenes.
Según explica la catedrática de Psiquiatría María Inés López-Ibor, "las redes sociales están diseñadas para generar adicción, y en los adolescentes el riesgo es mayor porque su lóbulo prefrontal, el área que regula el autocontrol, aún no está completamente desarrollado. Esa inmadurez explica por qué les resulta tan difícil desconectarse o poner límites."
Hace una década, los debates sobre salud mental y redes sociales se centraban en la “dictadura de los likes”. Hoy el problema ha evolucionado: la obsesión ya no es solo la aprobación social, sino "la necesidad constante de presencia y conexión. Esa hiperconexión provoca ansiedad, sensación de competencia y la incapacidad para desconectar del todo."
LAS RRSS NO SON EL ÚNICO FACTOR
Pero la era digital no se reduce a las redes. También entran en juego los videojuegos, la pornografía o las apuestas online, fenómenos que afectan especialmente a los adolescentes por su inseguridad, vulnerabilidad e inmadurez emocional. Cada vez son más frecuentes los trastornos mentales asociados al uso excesivo de pantallas, los problemas de autoestima y los trastornos alimentarios derivados de los modelos e ideales de belleza que circulan en internet.
Otro riesgo en aumento es la normalización de la violencia. El fácil acceso a contenidos explícitos, tanto sexuales como violentos, puede llevar a asumir conductas agresivas como algo habitual o justificable, un fenómeno especialmente preocupante en edades tempranas.
A pesar de todo, la era digital también tiene su cara positiva. El acceso a información, la conexión entre personas y las oportunidades educativas son innegables. Pero el reto está en aprender a discernir lo real de lo manipulado, en educar en el uso consciente y en fomentar la desconexión activa.
Precisamente sobre estos retos girará la charla “Los hijos y la era digital”, que se celebra este lunes a las 19:00 horas en el salón de actos de la Fundación Ibercaja de Azuqueca de Henares. Una cita para reflexionar sobre cómo convivir con la tecnología sin quedar atrapados en ella.



