“Necesitamos una ambulancia con camilla ya”: la batalla de Nicolaza para que su marido, con tres ictus, pueda volver a rehabilitar
La vecina reclama más horas de fisioterapia, asesoramiento y apoyos para sacar a su esposo a la calle tras un aneurisma que lo dejó encamado y sin movilidad en el lado izquierdo

Entrevista a Nicolaza por el día del Ictus, ya que su marido sufrió tres
Gran Canaria - Publicado el
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Hoy, 29 de octubre, Día Mundial del Ictus, ponemos el foco en las secuelas, la rehabilitación y las familias que sostienen, como Nicolaza, la vida después del golpe. “Quiere caminar”, repite Nicolaza, pero su marido no puede. Tras tres ictus y un aneurisma que llegó “de la noche a la mañana”, hoy permanece encamado, sin movilidad y sin sostén postural, especialmente en el lado izquierdo, donde el daño fue mayor. Entró en coma, pasó tres meses en la UCI y, desde entonces, la vida familiar se dio la vuelta. “Fuimos al centro de salud, nos mandaron al hospital, pero no le hicieron ni un TAC; aquello que parecía una cefalea acabó en derrame”, recuerda.
Rehabilitación bloqueada
La casa recibe tres visitas semanales de media hora de rehabilitación. “No hay mejoría”, lamenta. El gran muro es el traslado: su marido no puede ir sentado y necesita camilla, pero no llega la ambulancia con camilla que les permita acudir al centro de rehabilitación. “Estamos en lista de espera y así no se puede empezar un tratamiento serio”, denuncia. A su juicio, “20 minutos no son nada; necesitaría una hora, tres veces por semana”.
Cuidar sin descanso
“24/7 en casa”, define su rutina. Con una grúa, lo pasa de la cama al sillón para que “haga vida” en el salón. Su hija es su apoyo, pidió una excedencia y cuida de dos niñas, pero el desgaste emocional es enorme: “Voy a la psicóloga y tomo ansiolíticos”. El golpe también dejó secuelas cognitivas en él: “Su cerebro trabaja al 50%”. Aun así, la dependencia emocional permanece: “Siempre pregunta ‘¿dónde está mamá?’”.
“Sin asesor, todo ha sido un calvario”
Nicolaza subraya un vacío que multiplica la angustia: “No tenemos asesor; con alguien que coordinara, no habríamos interrumpido la rehabilitación por no disponer de camilla de traslado”. Agradece que Vivienda reformara baño y habitación, “pero de la puerta para afuera no hay nada: parece que no tiene derecho a salir a la calle”.
Lo que pide Nicolaza: una ambulancia con camilla, ya, para poder acudir a rehabilitación; más horas y continuidad de fisioterapia efectiva; asesoramiento y agilización de la dependencia con un/a trabajador/a social de referencia; y apoyos domiciliarios con respiro familiar para no colapsar. .
Valorar la vida, sin renunciar a los derechos
“He aprendido a valorar la vida y a tirarnos para adelante”, dice. Pero insiste: la inclusión también se mide en lo cotidiano. “Lo único que pido es que se muevan ya; hemos enviado correos y todas las puertas están cerradas. Necesitamos salir, rehabilitar y vivir”. Su mensaje a las instituciones es directo y en primera persona: “Por favor, pónganlo en marcha ya. No solo por Lorenzo, por todas las familias que están como nosotros”.



