El drama de una familia ucraniana a los pocos meses de comprarse una casa para vivir en un pueblo de Asturias: “Tenemos miedo”

Tienen trabajo, pagan su hipoteca y cumplen con sus obligaciones, pero están al borde del desahucio. Xana y su familia viven en una casa que se cae a pedazos

Zhanna Vityebska con su hijo en la cocina de la casa
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Zhanna, con uno de sus hijos en la cocina de la casa

Yolanda Montero

Oviedo - Publicado el

3 min lectura4:39 min escucha

En Asturias, como en tantos otros lugares, tener trabajo no siempre garantiza un hogar seguro. Hay familias que, aun cumpliendo con sus obligaciones, caen en un vacío entre la ley, el mercado y la realidad social. Zhanna Vityebska es una de ellas. Llegó desde Ucrania a Oviedo hace tres años con el sueño de empezar de nuevo. Hoy, vive con miedo en una casa que se está derrumbando, sin ayudas, sin alternativa y con una orden de desalojo en la mano.

 La compra  

Zhanna y su marido, ambos trabajadores, ella camarera y él electricista, decidieron invertir sus ahorros en una vivienda para asentarse con sus hijos y sus padres. Eligieron una casa en Perlín, una aldea a dos kilómetros de Trubia. Era, en apariencia, una buena oportunidad: precio razonable, estado aparentemente bueno y posibilidad de iniciar una nueva etapa como familia. “Estaba muy bonita, lista para entrar a vivir. Yo estaba embarazada en ese momento y parecía que todo encajaba”, cuenta. Pero a los pocos meses, la situación cambió.

Comenzaron a aparecer grietas en las paredes, primero pequeñas, luego cada vez más visibles. En ese tiempo, estalló la guerra en Ucrania y la familia de Zhanna acogió a varios familiares desplazados. “Éramos once personas viviendo en la casa. No podíamos permitirnos contratar arquitectos ni abogados. Todo cuesta dinero, y nosotros ya lo habíamos invertido todo”, explica.

Grietas en el techo de la casa
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El interior de la casa de Zhanna y su familia

Una vez que los familiares regresaron a Ucrania, Zhanna y su marido pudieron centrarse en el problema estructural. Consultaron a profesionales y el diagnóstico fue rotundo: la casa está en ruinas y corre riesgo de derrumbe.  “Tenemos diez puntales en la cocina para que no se venga abajo el piso de arriba. Pero no podemos irnos. No tenemos otra opción”, asegura.

 El bloqueo  

El gran obstáculo es que, pese a tener ingresos, no pueden acceder a ayudas sociales. El sistema marca unos umbrales que dejan fuera a familias trabajadoras como la suya. Pero tampoco pueden alquilar: “Los propietarios no quieren alquilar a familias con hijos. Tienen miedo de no poder echarnos si un día no pagamos. Y yo lo entiendo, pero ¿qué hacemos?”

Además, viven en un entorno rural, con animales y pertenencias que no pueden trasladar de un día para otro. “No solo es encontrar una casa, es encontrar un sitio donde podamos vivir todos, con nuestros hijos, mis padres y nuestros animales. Y nadie nos da esa opción.”

Escombros de una vivienda

Pixabay

Escombros de una vivienda

Hace unos días recibieron una carta. Una orden de desalojo les da un mes para abandonar la vivienda. “Es por seguridad, claro, pero… ¿a dónde vamos? Nadie nos lo dice. Si no tengo casa y no puedo alquilar, ¿dónde vivo con mis hijos?”, se pregunta Xiana, desesperada.

La familia sigue pagando una hipoteca por una casa que no pueden habitar con seguridad. Además, están a la espera de un juicio para intentar que se declare la compra nula por vicios ocultos, pero el proceso es lento y la incertidumbre crece.  “Yo solo quiero que me devuelvan el dinero, nada más. No pido ayudas, ni favores. Solo poder comprar otra casa y vivir tranquilos”, insiste.

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