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Conversación con Santiago Santana Cazorla: raíces humildes y sueños de empresario

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Huelva - Publicado el
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Santiago Santana Cazorla nació en el sur de Gran Canaria, en un tiempo en que la zona aún no conocía el turismo ni la prosperidad económica. La infancia que le tocó vivir estuvo marcada por la pobreza, la vida en cuevas y la necesidad de trabajar desde muy joven para ayudar a la familia. Su madre se preocupó siempre por darle a sus hijos la oportunidad de ir a la escuela, aunque al salir de clase hubiera que cumplir mandados.
Desde pequeño Santana mostró interés por la maquinaria y la electricidad, lo que lo llevó a trabajar con apenas ocho años llevando motores de luz y, más adelante, como tractorista. Esa curiosidad —recuerda en esta entrevista— se combinó con el esfuerzo incesante y la responsabilidad inculcada por su madre, forjando un carácter que acompañaría a Santiago Santana en su trayectoria empresarial. De aquellas primeras experiencias en los tomateros, las cuevas y las obras, pasaría a fundar su propia constructora, siempre con la convicción de no fallar a los compromisos adquiridos.
Santiago Santana Cazorla, ¿Podría comentarnos un poco más sobre su infancia?
Soy de San Bartolomé de Tirajana. Entonces íbamos al colegio arregladitos, con uniforme. Y recuerdo que estudiábamos solo con dos libros: el libro azul y el libro verde. Mi madre no sabía leer ni escribir, pero había aprendido nociones básicas por Radio ECCA y cuando íbamos a los tomates siempre procuraba coger los terrenos cercanos a las escuelas para poder mandarnos a ellas. Después, cuando salíamos nos encomendaba alguna tarea como atender a las cabras o cualquier otro mandado.
A pesar de haberse convertido en un empresario, ¿qué lugar ocupa en su vida el recuerdo de aquella niñez humilde?
No puede ser de otra manera. A aquella época hay que agradecerle que te hacía responsable pronto. Madurabas muy rápido por necesidad. Te hacías hombre muy joven. La generación de hoy no está educada en la lucha, y madura un poco más tarde. Pero mi madre no miraba las edades, ella era muy trabajadora y todos teníamos alguna responsabilidad. Vivíamos en una cueva, y mi hermano Manolo, por ejemplo, cuidaba de mí.
¿Y cómo pasa uno de la aparcería a ser empresario de la construcción?
Bueno, es un proceso... En primer lugar mi madre procede de Cercado de Araña, que ha sido siempre un barrio muy atípico, de una raza con una sangre distinta que no se sabe muy bien de donde viene. Es gente muy trabajadora y muy creadora, en el sentido de que le gusta tener iniciativa por hacer cosas. Por otro lado, los inviernos estábamos en el sur, en los tomates, y los veranos íbamos a San Bartolomé de Tirajana, y como a mí me gustaban mucho los coches y la maquinaria en general, a los 8 años me puse a trabajar llevando los motores de la luz, y aprendí a ser electricista. Aprendí yo solo, no me diga cómo, así que iba por las casas con una cajita de herramientas, y gané mis perrillas. Después me metí a trabajar de tractorista.
Con todo lo vivido, ¿qué consejo le daría a las nuevas generaciones que buscan abrirse camino?
Yo siempre digo que lo más importante es tener responsabilidad y cumplir con las obligaciones. A mí me educaron para no fallar, sobre todo cuando alguien confiaba en mí. Hoy en día hay muchas facilidades, pero a veces falta sacrificio y constancia. No se trata solo de trabajar mucho, sino de trabajar con compromiso, de saber que cada paso que das tiene consecuencias. Mi consejo es que no tengan miedo al esfuerzo, porque es lo que te hace crecer y te da la tranquilidad de que, pase lo que pase, has cumplido con tu deber.
La vida de Santana Cazorla está marcada por la superación y la constancia. De una infancia en cuevas y campos de tomates pasó a manejar maquinaria, reparar motores y finalmente crear su propia empresa en el sector de la construcción. Todo ello apoyado en valores como la responsabilidad, el compromiso y el trabajo duro. Hoy, Santana Cazorla, al recordar su recorrido, no oculta ni la dureza ni el sacrificio, pero los mira con gratitud y humor. Una biografía que refleja cómo, a partir de raíces humildes, es posible soñar y construir un futuro distinto.