Los padres sabemos que con la llegada del frío hay que abrigar de forma especial la cabeza de los más pequeños, al menos es lo que siempre nos han dicho los pediatras. Pero ¿es cierto? ¿cuál es la razón? y , por la misma regla de tres ¿afectaría también a los adultos con poco pelo o calvos?

Lo cierto es que la cantidad de calor que perdemos depende de la superficie corporal que esté expuesta al frío, ni más ni menos. Es decir, como la cabeza ocupa buena parte de nuestro cuerpo, alrededor de un 10%, y además no la solemos llevar cubierta, se convierte en una importante fuga de calor.

Tampoco hay que olvidar que la sensación de frío en esta parte del cuerpo -también en el cuello- es mayor, ya que en esta zona se encuentran muchas células nerviosas, lo que la hace más sensible a cualquier cambio de temperatura.

Con todo, si añadimos que la función del pelo es precisamente proteger nuestra cabeza de agresiones externas como el frío,  su ausencia hace que estemos más expuestos a las bajas temperaturas.

Por eso, una buena forma de evitar esta pérdida de calor, es usar un buen gorro o sombrero.