Selu Marín, carpintero: "Me decían que no valía, trabajaba 10 horas de lunes a sábados y repartía pizzas… hoy vivo de lo que amo"
La inspiradora historia de Selu Marín, el artesano de Utrera que ha convertido la carpintería en su salvación y su éxito tras una vida de menosprecios

Selu Marín
Madrid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura50:40 min escucha
La historia de Selu Marín es la de un hombre que ha hecho de la carpintería su tabla de salvación y su mayor orgullo. Este artesano de Utrera (Sevilla) ha construido un negocio desde cero, basándose en una filosofía inquebrantable: la calidad, la transparencia y tratar a cada cliente como si fuera de la familia. "Yo al cliente lo trato como si fuera familia y tiene una explicación. Cada persona que me contacta la veo con los ojos de que le ha costado mucho trabajo juntar dinero para contratar un servicio mío", explica Marín. Su método es sencillo pero revolucionario en los tiempos que corren: no escatimar en materiales, no trabajar con un reloj en la mano y construir un vínculo de amistad y confianza con quien le abre las puertas de su casa.
Un oficio vocacional
Su pasión por la madera viene de lejos. Con apenas cinco o seis años, mientras otros niños soñaban con ser futbolistas, él ya quería ser carpintero. Empezó en el negocio familiar con 15 años, pero sus tareas se limitaban a barrer y lijar. Fue un aprendizaje autodidacta, a escondidas, tocando las máquinas cuando nadie le veía porque su curiosidad y sus ganas de aprender iban mucho más allá. "He mamado el oficio de lijar muchísimo", recuerda, pero sentía que necesitaba más.

Carpintero reparando cerradura de puerta. Instalando manija de puerta.
Esa primera etapa estuvo marcada por la dura figura de su padre, de quien, asegura, nunca recibió una palabra de aliento o reconocimiento. "Los carpinteros antiguos nunca te van a dar un piropo", comenta con resignación, aunque matiza que quizás era un rasgo de su persona más que del oficio. Esta falta de valoración le hizo dudar de sus propias capacidades, un sentimiento que arrastró durante años. "Yo no era el inútil que él decía", asegura hoy con firmeza, porque ha sido precisamente la carpintería la que le ha permitido salir adelante.
Yo no era el inútil que él decía"
Carpintero
La búsqueda de un futuro
A los 24 años, decidido a avanzar, se marchó a Lucena (Córdoba), el epicentro de la fabricación de muebles en aquella época. Allí descubrió un mundo nuevo: entró en una de las mejores fábricas de cocinas, conoció la melamina, los procesos industriales y, sobre todo, lo que era un sueldo digno. Pasó de ganar 600 euros a 1200 euros, y aprendió por primera vez que las horas extra se pagaban. "Yo pensaba que eso era lo que había fuera", confiesa, rememorando su sorpresa al ver a sus compañeros correr a la oficina a cobrar las horas adicionales.

@sectoroficiospodcast
Pese al crecimiento profesional y personal, la nostalgia y la búsqueda de un cariño familiar que sentía que le faltaba le llevaron a cometer lo que hoy considera un error: volver al negocio familiar en 2005. Allí permaneció hasta 2018, en una etapa de estancamiento. En este proceso, dos figuras se convirtieron en sus pilares fundamentales: su mujer, Vane, y su suegra, Consuelo Martínez Calero, a quien describe como "la madre que la vida no me ha dado" y la persona que más ha creído en él.
El renacer del artesano
En 2018, tras una grave crisis familiar, su camino dio un giro definitivo. Se fue "con una mano delante y otra detrás" y, tras un tiempo trabajando para otros, la pandemia de COVID se cruzó en su vida. El confinamiento, lejos de detenerle, fue el impulso que necesitaba. Empezó a usar las redes sociales como escaparate, subiendo fotos de sus trabajos a Facebook e Instagram, lo que le valió su primera clienta directa. Con el apoyo incondicional de su mujer, tomó la decisión de establecerse como autónomo.
Los inicios fueron duros. Se dio de alta sin apenas ahorros, ya que invirtió los pocos que tenía, menos de 2000 euros, en maquinaria de segunda mano. Empezó con pequeños arreglos, "chapuces", y gracias al boca a boca, su agenda comenzó a llenarse. Un compañero de profesión le definió una vez con una frase que Selu Marín ha convertido en su bandera: "Me dijo que soy un mal empresario, pero soy muy buen carpintero". Lejos de ofenderse, la hizo suya, porque para él, la satisfacción del cliente y la calidad del trabajo están por encima de todo.
Soy un mal empresario, pero soy muy buen carpintero"
Carpintero
Hoy, a sus 44 años, Selu no se arrepiente del camino recorrido. No tiene un gran volumen de negocio, pero sí una agenda estable y, lo que es más importante, ni un solo cliente descontento. "Cuando salgo de una casa, dejo un amigo", afirma con orgullo. Su historia es un testimonio de que con pasión, honestidad y esfuerzo, los sueños se cumplen, por muy duro que sea el camino. Porque como él mismo concluye, citando una canción de Manuel Carrasco, "no dejes nunca de soñar".
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.




