Luís, frutero en Barcelona: "He hipotecado mi vida personal por mi trabajo porque cuando algo te gusta no te das cuenta"
Vendedores de toda la vida revelan los sacrificios, la pasión y las claves para sobrevivir en un negocio que se niega a desaparecer frente a los supermercados

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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Aparentemente es un sector que se está perdiendo, con muchas paradas cerradas, pero la realidad es más compleja. En España, más de 1.000 mercados dan vida a las ciudades, con unas 47.000 paradas que generan 290.000 puestos de trabajo. Detrás de cada mostrador hay historias de sacrificio, adaptación y una pasión inquebrantable que mantiene vivo el corazón del comercio tradicional. Son relatos de emprendedores que, lejos de rendirse, demuestran que es posible prosperar.
Una vida entre mostradores
El camino del comerciante de mercado está marcado por una dedicación que a menudo trasciende lo profesional. "He hipotecado mi vida personal por mi trabajo", confiesa una vendedora. Es un sentimiento compartido por muchos, que han crecido entre los pasillos del mercado. "Con 9 años venía los sábados a ayudarla, y además me ensuciaba expresamente para que se notara que había trabajado", recuerda uno de ellos. Este sacrificio personal es una constante, con jornadas maratonianas que empiezan de madrugada.
Muchos de estos negocios son familiares, con el testigo pasando de generación en generación. Algunos tomaron las riendas con apenas 25 años, mientras que otros llevan más de cuatro décadas en el oficio. Una de las comerciantes recuerda un punto de inflexión a los 15 años, cuando una clienta le espetó: "Nena, estás muy empanada". Aquella crítica, recuerda, "me hizo espabilar mucho", y se juró que nunca nadie más le diría algo parecido. Son estas experiencias personales las que forjan el carácter de los vendedores del mercado.
Adaptarse o morir: la nueva era del mercado
El negocio ha cambiado drásticamente. "Cuando empezó mi abuela, tenía 4 o 5 artículos. Nosotros tenemos casi 800 referencias", explica un carnicero. Las prioridades de la clientela también han evolucionado. Antes, la compra era diaria; ahora, los clientes tienen poco tiempo y buscan comodidad. "Buscan mucha cosa preparada, todo muy preparado y muy rápido", señala una comerciante, lo que ha impulsado una transformación en la oferta.

Esta adaptación se traduce en la incorporación de nuevos productos y servicios. Los elaborados como flamenquines, croquetas o libritos ganan terreno. El cambio es tan profundo que lo que antes era impensable ahora es un éxito de ventas. "Había gente que decía, ¿estáis haciendo patatas hervidas y arroz hervido y esto lo compran? No puede ser", comenta un vendedor. "Ahora se vende eso como los churros, porque ahora lo que no se vende es el arroz seco, se vende el arroz hervido".
Ahora lo que no se vende es el arroz seco, se vende el arroz hervido"
Frente al supermercado: calidad y trato personal
La competencia con las grandes superficies es una realidad innegable, pero los comerciantes la afrontan con una estrategia clara. "A nosotros no nos pueden hacer más daño", sentencia un veterano, que cree que los supermercados han perjudicado más a la pequeña tienda de calle. La clave para coexistir es la diferenciación, ofreciendo "producto de calidad que no se encuentra en el lineal de un supermercado" y un trato cercano que las grandes cadenas no pueden igualar.

La atención personalizada es su gran baza. "Aquí damos la opción de cómo lo quiere el cliente. Puedes pedir como lo quieres, más fino, más grueso, o si quieres 50 gramos", detallan. Lejos de verla como una amenaza, muchos consideran que "la competencia es buenísima", ya que impulsa la mejora continua. Creen que ambos modelos pueden coexistir, atrayendo a distintos tipos de público y generando un flujo de clientes que beneficia a todos.
La competencia es buenísima, es lo mejor que hay en un mercado"
A pesar del optimismo, el futuro presenta desafíos importantes, siendo la gestión del personal el más unánime. "Para mí, lo más difícil es el personal. Encontrar personal cualificado y que tenga ganas de trabajar", admite un propietario con once empleados. Otro confiesa: "Yo no he estudiado de recursos humanos, yo he estudiado de fruta y verdura", resumiendo la dificultad de gestionar equipos en un espacio reducido y un entorno tan exigente.
Pese a las dificultades, el mensaje para los futuros emprendedores es claro: "Que se animen". Los comerciantes insisten en que un mercado "es un negocio muy fácil de montar" si se tiene una buena idea. "Si tienes un producto de calidad y diferencial, vas a salir adelante", aconsejan. Aunque exige esfuerzo, "se puede ganar dinero", y sobre todo, se contribuye a mantener vivo un pilar social y cultural. Como concluye uno de ellos: "Sería una lástima que esto se perdiera".
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