Benjamín y María Dolores eran una pareja de mayores única. Primero, porque estuvieron juntos durante setenta y cinco años. Y segundo, lo que es más especial: consiguieron vencer el cansancio para seguir caminando desde su casa, en las afueras de Guadalix de la Sierra, hasta el centro del pueblo y viceversa. Y lo consiguieron gracias a un banco. Benjamín le dijo al alcalde que necesitaban un asiento en el que reposar a medio camino. Y el regidor le dijo que sí. Los ancianos ya tenían el lugar donde parar para coger aire cada vez que iban a comprar el pan.

Benjamín y María Dolores “estuvieron seis años usando aquel banco”, como recuerda su nieta Diana. Ella pasó “mucho tiempo con ellos en ese banco”. Allí “les había visto tanto tiempo reírse, charlar con los vecinos”, que “siempre que llevaba flores al cementerio le llevaba también al banquito”, rememora la joven. Pero en cada visita, el banco estaba más descuidado: “Estaba pintado de arriba abajo, desconchado, era un banco en el que no apetecía sentarse”. Por eso pidió al ayuntamiento llevárselo a casa.

Diana escribió un mail a Borja Álvarez, alcalde de Guadalix de la Sierra. El regidor recuerda perfectamente recibir ese correo: “Me llamó la atención porque tenía mucho texto”. Recuerda que era “uno de los correos que te llegan al alma” porque estaba lleno de “amor de parte de Diana respecto a sus abuelos”. Su respuesta fue clara: “Necesito un teléfono para ponerme en contacto contigo”.

Tuvo que rechazar la idea de dárselo para su casa, porque “al ser un mobiliario público no lo permite la ley”, pero sí que propuso hacer algo “más chulo” con el banco. La propuesta del alcalde era “una restauración completa y añadir la fecha de matrimonio de sus abuelos en el respaldo”. Además de dos claveles blancos en representación de los mayores. “Decidí que les pintaran unos claveles porque mis abuelos eran muy castizos y era lo que yo siempre les llevaba”, confiesa Diana.

La nieta reconoce que “ahora apetece pasar por esa calle y sentarse” en el banco. “Se sigue utilizando y raro es el día que no veo a alguien sentado”, apunta el alcalde. Añade que esa restauración “es importante” para que los habitantes “cuando se sienten, sientan que había mucho amor”. Álvarez insta a que se tome “como ejemplo sobre todo en los tiempos que corren”.

Para Diana ya son una figura a seguir: “Yo les llamaba mis agapornis porque no podían estar separados, tanto es así que se fueron juntos en aquella habitación del hospital”. Murieron de covid en marzo de 2020 con solo tres días de diferencia.

La joven está emocionada porque la historia de sus abuelos sirve ahora como ejemplo para los demás “me parece emocionante que sirva para recordar a los mayores que fallecieron” durante la pandemia. “La ilusión que le estará haciendo a mis abuelos allí arriba de que se haya conocido su banquito”, señala entre lágrimas la joven.