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El asesino de la baraja mandó una carta a la Guardia Civil para «ayudar» en el crimen de Eva Blanco

Según Galán quien mató a la menor de Algete «es introvertido, inmaduro y con una mujer sumisa»

El asesino de la baraja mandó una carta a la Guardia Civil para «ayudar» en el crimen de Eva Blanco

 Alfredo Galán Sotillo, exmilitar y asesino en serie que en 2003 mató a seis personas y lo intentó con otras tres

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 07 mar 2024

Según informa Cruz Morcillo en ABC el depredador social Alfredo Galán Sotillo, exmilitar y asesino en serie que en 2003 mató a seis personas y lo intentó con otras tres, demostró cuando ya llevaba doce años encarcelado que no quería quedar en el olvido y que su desfachatez no conoce límites. Condenado a 142 años de prisión, el 30 de agosto de 2015 envió desde la prisión de Herrera de la Mancha una carta a los investigadores de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid para «ayudar» a resolver el crimen de Eva Blanco. La chica, de 17 años, había sido violada y apuñalada en abril de 1997 en Algete (Madrid). Se contaba con un ADN pero no se había logrado poner nombre al asesino cuando faltaban menos de dos años para que prescribieran los hechos.

El caso del asesino de la baraja y el del crimen de Eva Blanco fueron dos de los más complejos para los investigadores del grupo de Homicidios de la Guardia Civil de Madrid. ABC ha tenido acceso a la carta de Galán en la que se atreve a trazar un perfil del hombre sin rostro, valora la personalidad de la víctima, y da consejos a los agentes, los mismos a los que él había confesado doce años antes con frialdad sus crímenes seriales. Los mismos a los que dijo «que quería experimentar la sensación de quitar la vida a un ser humano». El 3 de julio de 2003, el hombre más buscado de España en ese momento, se entregó borracho en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real) y contó que él era el asesino de la baraja o del naipe, como se le bautizó porque arrojaba una carta de la baraja española a los pies de sus víctimas, a las que no conocía de nada y que murieron solo porque se cruzaron con él en puntos de Madrid que el criminal había seleccionado.

Galán, con tantas horas de encierro, lo vio en televisión y escribió a los agentes. «La hipótesis de que el asesino fuera alguien de confianza es bastante factible, no es casualidad, que alguien pasara por allí… lo de las relaciones sexuales consentidas ya no me pega tanto -se barajó esa hipótesis en algún momento-, porque ella era una chica muy madura para su edad y sabía que si llegaba tarde su madre se iba a preocupar», escribió en su carta.

Les recomendaba además situarse en el lugar del violador, tratar de ver a través de sus ojos. «No olvidemos que los investigadores nuevos deben de partir de cero y ser optimistas, ya ese promuebe (sic) la investigación. Siempre hay que animar a las nuevas generaciones de investigadores que vienen muy bien preparados».

Un mes después, la Guardia Civil identificaba y detenía en Francia al asesino de Eva Blanco: el español de origen marroquí Ahmed Chelh, de 52 años. Cuando mató a la joven era un treintañero que vivía en una caravana con su mujer y sus dos hijos. A los dos años los abandonó y empezó una nueva vida cerca de la frontera suiza. Tenía una nueva esposa y dos hijos pequeños. No se le llegó a juzgar. Tres meses después se ahorcó en la cárcel de Alcalá Meco.

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