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Así era la estricta dieta de los soldados que combatían en los Tercios españoles

La fama de los valientes Tercios ha valido para que hoy en día se siga hablando de ellos, de unos hombres que, como todos, necesitaban algo que comer

Así era la estricta dieta de los soldados que combatían en los Tercios españoles

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 27 jun 2022

Mucho se ha escrito y contado sobre los afamados Tercios españoles. Esa unidad militar de élite que sirvió a la Corona Española como punta de lanza de un ejército que consiguió dominar militarmente Europa y el Occidente conocido. Y detrás de toda es gloria militar, de esa fama que atemorizaba a los enemigos de la península, estaban hombres corrientes. Hombres que vivían día a día con sus compañeros compartiendo desventuras y, sobre todo, el pan.

¿Qué comían los Tercios españoles?

La dieta es una de las preocupaciones más extendidas a lo largo de la Historia. Si bien ahora andamos mirando prácticamente al gramo la cantidad de carbohidratos o de grasas que consumimos, en pleno siglo XVI, la preocupación principal era la de evitar enfermedades e ingerir alimentos que no provocasen la muerte.

Parte del éxito de los Tercios reside, precisamente en la alimentación, que, aunque no fuera todo lo completa que uno creyese, sí que estaba garantizada por la Corona, de forma que los hombres siempre tuviesen algo que llevarse a la boca, por muy desagradable que esto fuera. El hispanista Geoffrey Parker relata, tal y como recoge el diario ABC, cómo el alimento básico de la dieta de los Tercios españoles era el conocido como “pan de munición”.

Este pan era elaborado con trigo y con centeno y tal y como cuenta Parker, cada uno de los hombres que pertenecían a los Tercios necesitaba ingerir al menos una libra y media de este pan en una jornada. Es decir, casi 700 gramos de “pan de munición” que no siempre había sido elaborado con los ingredientes oficiales.

comida tercios


Las finanzas durante una guerra son uno de los elementos más delicados para los gobernantes que las impulsan y el caso español no es una excepción. A pesar de poder dar de comer a todos los soldados y no caer en las hambrunas tan típicas de tantos contingentes, el ánimo de ahorrar costes llevó muchas veces a que este peculiar pan fuese elaborado con ingredientes poco usuales y, por supuesto, más baratos.

Según recoge ABC, estamos hablando de trozos de yeso, harina que no ha sido molida e incluso trozos de galletas. Tal y como cuenta Parker, “los panes que se entregaban producían enfermedades y hasta epidemias”, en muchas ocasiones.

¿Cómo comían los Tercios durante las batallas?

Otro de los asuntos que ha preocupado a los historiadores militares en nuestro país y en el extranjero, no es solo qué comían los afamados Tercios, sino, cómo comían. Y es que no es lo mismo ponerse a comer en plena batalla, alargada durante horas, entre el olor a muerte y pólvora, que hacerlo en un campamento o una ciudad tomada por la unidad en cuestión.

Si el Tercio tenía la suerte de asentarse en algún lugar por un período de tiempo prolongado, se encargaba una de las mujeres que les acompañaban o un paje de elaborar la comida, según recoge el diario ABC. “Para comer mojaban pan en la olla común o sacaban las presas de carne con la daga”, tal y como cuentan los investigadores españoles Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca.

Nada que ver con una situación de conflicto, donde un hombre encargado de la tarea debía entregar la ración correspondiente a cada uno de los combatientes.

¿Cuánto les costaba comer a los Tercios?

Comer no era gratis. Alistarse como combatiente en un Tercio suponía que, del sueldo anual que ibas a recibir, se deducían unos 15 florines al año, lo que, a partir del siglo XVII, y como medida por la subida del precio de las cosas (algo que quizá nos suene), se terminó por cobrar 30 florines al año a cada soldado para poder costear su dieta durante las campañas militares.

Una medida que, lejos de enfadar a los soldados, servía como contención frente al descontento, tal y como apunta Geoffrey Parker y recoge ABC: “Valía la pena; los soldados quedaron a salvo de las terribles fluctuaciones y escasez del mercado laboral, y el gobierno se sintió más seguro de sus hombres, libres del aguijón del hambre”.

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