La española salpicada por el robo de las joyas del Museo Louvre: "No puede compararse a ninguna otra mujer"
La institución francesa ha cerrado sus puertas este lunes también, lo que ha provocado el enfado de los turistas

Vista exterior del Museo del Louvre un día después del robo
Madrid - Publicado el
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"Un robo de película", así se han referido no pocos turistas a las sustracción de las joyas del Museo del Louvre de este domingo. Los protagonistas: cuatro ladrones "profesionales" que, sin embargo, se dejaron parte del botín por el camino.
Este ha sido también el relato ofrecido por los ministros franceses del Interior y de Cultura, quienes acudieron poco después de los hechos al museo, que ha permanecido cerrado excepcionalmente durante desde ayer.
El hecho, además, ha perturbado a miles de turistas que aseguran que "no costaba nada que nos enviasen un correo avisando". Además lamenta que, "cuando quisimos cambiar los días, desde la página dijeron que no era posible".

Cartel informativo del cierre del Museo Louvre de París por el robo de las joyas, este lunes
LOS MUSEOS EN EL PUNTO DE MIRA
La fiscal de París, Laure Beccuau, responsable de la investigación, ha explicado que todo ocurrió a las 09:30 de la mañana del domingo, cuando el comando llegó por el flanco sur del edificio, el que da al río Sena, en dos motos y en un camión con un montacargas como los de las mudanzas.
Así subieron a la Galería de Apolo del primer piso, en la que entraron dos de ellos después de haber hecho una brecha en el cristal de una ventana con unos discos de corte que también utilizaron para fracturar dos vitrinas, una conocida como la de los diamantes y otra con joyas del Segundo Imperio.
Los ladrones se llevaron consigo una diadema de la reina María Amelia (1782-1866) y de la reina Hortensia (1783-1837) y un collar y un pendiente del conjunto de zafiro de las mismas monarcas, un collar y unos pendientes de esmeraldas de la reina María Luisa y dos broches, una diadema y la corona de la emperatriz Eugenia (1826-1920).

Collar y pendientes de esmeralda de la reina María Luisa robados del Museo del Louvre
Pero, ¿por qué nos interesa tanto este robo? ¿Nos afecta directamente? En primer lugar, este robo pone en evidencia que a veces los sistemas de seguridad fallan y las perjudicadas son las obras de arte y los ciudadanos que pierden, como es en este caso, piezas que tienen "un valor patrimonial e histórico incalculable" y que, según el presidente francés, Emmanuel Macron, sufren "un ataque a un patrimonio que apreciamos porque es nuestra historia".
Los ataques contra los museos o las obras de arte son cada vez más comunes. La semana pasada lamentábamos en España la agresión que dos activistas realizaban con pintura roja contra el cuadro llamado "Primer homenaje a Colón". El lienzo, pintado en 1892 por el artista valenciano José Garnelo y expuesto habitualmente en el Museo Naval, ha sido restaurado en tiempo récord con ayuda de los profesionales del Museo del Prado, pero resultó muy dañado.
LA EMPERATRIZ EUGENIA
Pero hay otra razón por la que este robo nos debería interesar y enfureces: una de las afectadas es española. La emperatriz Eugenia, esposa del presidente y emperador de los franceses, Napoleón III Bonaparte, no es otra que la aristócrata granadina Eugenia de Montijo, condesa de Baños y Teba entre otros títulos nobiliarios.

Eugenia de Montijo, Condesa de Teba, retratada por Federico de Madrazo en 1849
Educada entre la aristocracia andaluza y la alta sociedad parisina, Eugenia de Montijo fue una mujer adelantada a su tiempo. Inteligente, culta y con un carácter firme, deslumbró en todos los salones de la Europa del siglo XIX. Su belleza era célebre, como cuenta Madame Carette: "Tenía la perfección de una medalla antigua, con un encanto muy personal, un poco extraño incluso, que hacía que no pudiera comparársela con ninguna otra mujer". Sin embargo, fue su ingenio lo que la llevó a conquistar al entonces príncipe Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del recordado emperador.
Cuentan que, durante un baile en el Jardín de las Tullerías, el futuro Napoleón III la vio asomada a un balcón del palacio que estaba cerca de la capilla. El recién coronado emperador se acercó a ella e intentó seducirla con inusitado descaro. Él le dijo que necesitaba verla y le preguntó cómo podría llegar hasta ella. Eugenia le dio una respuesta ingeniosa que quedó para la historia: "Por la capilla, señor, por la capilla". Aquel desafío cambió su destino: el emperador comprendió que Eugenia no sería una conquista pasajera, sino una esposa digna de un trono.
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Convertida en emperatriz de los franceses, Eugenia de Montijo se transformó en un verdadero icono de la moda y la elegancia. Admirada en toda Europa, podría considerarse la primera gran influencer del continente, capaz de marcar tendencia más allá de los límites de la corte imperial. Su porte distinguido y su innata sofisticación inspiraron a modistas, joyeros y perfumistas, consolidando un ideal de belleza y refinamiento que definió toda una época.
El célebre Pierre-François Guerlain creó para ella la Eau de Cologne Impériale, presentada en un frasco adornado con abejas doradas, símbolo del Imperio Napoleónico. También dio nombre al sombrero Eugenia, un modelo femenino inclinado hacia un lado, con ala caída sobre un ojo y, a menudo, adornado con una pluma de avestruz. Décadas más tarde, figuras como Greta Garbo lo popularizarían de nuevo, convirtiéndolo en un complemento icónico de la moda de los años treinta.

Retrato de la emperatriz Eugenia realizado por Franz Xaver Winterhalter (1854)
Eugenia también dejó huella en la diplomacia. En su visita a Inglaterra, conquistó el corazón de la reina Victoria, que la describió en su diario como "la mujer más bella y encantadora que había conocido". Ambas, a pesar de representar potencias tradicionalmente rivales, establecieron una relación de respeto y simpatía poco común en el tablero político de la época. Tan estrecha era la relación que la reina llegó a darle consejos a la emperatriz para que pudiera concebir: "¿Por qué no utilizas ciertas posturas que vendrán muy bien para tu posterior embarazo?… ¿por qué no pruebas a poner unos cojines de esta manera en tus lumbares?, así a lo mejor tienes suerte".
Pero más allá del esplendor y los perfumes, la vida de Eugenia estuvo marcada por la tragedia y la resiliencia. Vivió un atentado, el colapso del Segundo Imperio tras la derrota francesa en Sedán, la muerte de su esposo en el exilio y, años después, la de su único hijo, caído en África. Además, tuvo un papel fundamental en la construcción del Canal de Suez.
Su boda francesa dio origen a una coplilla popular que más tarde sería interpretada por Concha Piquer: "Eugenia de Montijo, qué pena, pena, que te vayas de España para ser Reina. Por las lises de Francia, Granada dejas, y las aguas del Darro por las del Sena. Eugenia de Montijo, qué pena, pena".