¿Quién fue Antonio Pérez y por qué lo apodan el gran traidor de España?

Secretario del rey Felipe II y enemigo de don Juan de Austria, avivó el fuego de la Leyenda Negra con su testimonio

'Antonio Pérez, secretario de Felipe II', retratado por Antonio Ponz

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'Antonio Pérez, secretario de Felipe II', retratado por Antonio Ponz

Álvaro Fedriani

Madrid - Publicado el

8 min lectura

La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha enviado al magistrado Leopoldo Puente, juez del Tribunal Supremo que se está encargando del proceso de instrucción del conocido como 'Caso Koldo', un informe comprometedor que tiene como protagonista a José Luis Ábalos.

En este documento los investigadores desvelan que el exministro de Transportes de Pedro Sánchez y exsecretario de organización del PSOE (antecesor en el cargo del hoy encarcelado Santos Cerdán) recibió de esta formación una serie de sobres que contenían dinero en efectivo. En concreto, la Guardia Civil cifra estos "ingresos en efectivo no declarados" en, "al menos, 95.437 euros".

Fragmento del informe de la UCO sobre José Luis Ábalos

Partido Popular (PP)

Fragmento del informe de la UCO sobre José Luis Ábalos

Y de secretario en secretario hemos retrocedido hasta el siglo XVI, específicamente al reinado de Felipe II, para conocer a uno de los personajes más siniestros que ha dado la Historia de España.  Hijo ilegítimo de Gonzalo Pérez, quien fuera secretario con "el César" y "el Rey Prudente", dedicó su vida a las intrigas palaciegas hasta el punto de "envenenar" con sus palabras a Felipe II para que matara a un hombre inocente. Pero vamos a empezar desde el principio.

aparece antonio pérez

Nació en Madrid en 1540 fruto de la pareja formada por Gonzalo Pérez –que le llamaba "mi sobrino" porque el propio Felipe II asegura que "era clérigo cuando lo hubo"– y Juana de Escobar. Cursó sus estudios en Venecia, los Países Bajos y la Universidad de Alcalá de Henares. Dice Geoffrey Parker que "tal vez el hecho de compartir Felipe y Antonio el mismo maestro [Gonzalo Pérez] contribuyó a crear un estrecho vínculo entre ellos".

Sin embargo, a la muerte de Gonzalo Pérez, Antonio no lo sucedió inmediatamente en el cargo de secretario del rey. "Quizás –continúa Parker– porque desaprobaba la la relación del joven con doña Juana Coello, con quien había tenido un hijo antes de desposarse".

Fue la partida del duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, a los Países Bajos lo que le permitió ascender a secretario de Estado para Italia y el Mediterráneo. Gabriel de Zayas, otro de los protegidos del monarca, quedó entonces a cargo de los asuntos del norte de Europa.

cada vez más poderoso

Su primera década como secretario, estuvo marcada por la poderosa influencia que, poco a poco, fue consiguiendo sobre Felipe II. El rey valoraba no solo su inteligencia, sino que también reconocía y premiaba el dominio que tenía de los asuntos de Estado y su agudo instinto político.

La Corte española de la época podemos dividirla en dos secciones encabezadas por los personajes que más influyeron en el rey a la hora de tomar decisiones, aunque ninguno de estos consiguió que Felipe II dejara de lado su propio criterio.

'Carlos V y Felipe II', retrato de Antonio Arias Fernández (1639-1640)

Museo Nacional del Prado

'Carlos V y Felipe II', retrato de Antonio Arias Fernández (1639-1640)

Por un lado, encontramos a los llamados 'ebolistas', es decir, los más cercanos al príncipe de Éboli, Ruy Gómez. En este grupo se encontraba el propio Antonio Pérez –y lo lideró tras la muerte del príncipe– y eran partidarios de establecer una negociación y adoptar vías pacíficas para resolver la rebelión de los Países Bajos. Por otro, están los 'albistas', ligados al duque de Alba, que defendían posturas más intransigentes y centrada en un enfrentamiento directo con los rebeldes.

el frente holandés

Sofocar la rebelión desatada en la década de los sesenta del siglo XVI en los Países Bajos fue una de las mayores obsesiones de Felipe II, pues amenazaba tanto la economía como la autoridad de la monarquía hispánica. Esta región, considerada el motor comercial y financiero de Europa, no solo aportaba una enorme riqueza al imperio, sino que además tenía una ubicación estratégica clave.

Además, los avances del protestantismo en sus territorios ponían en entredicho su papel como defensor de la fe católica y su política de unidad religiosa. Pero, más allá de lo económico y lo espiritual, le preocupaba el efecto contagio: si los Países Bajos lograban independizarse, otras provincias y reinos podrían seguir el mismo camino. Por eso, el Rey Prudente decidió enviar allí a dos personas de su máxima confianza: primero a Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, y después a su hermanastro, el gran héroe de la batalla de Lepanto, don Juan de Austria.  

'Presentación de Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste', Eduardo Rosales (1869)

Museo Nacional del Prado

'Presentación de Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste', Eduardo Rosales (1869)

Don Juan, por su parte, tenía como secretario a un hidalgo de origen cántabro: Juan de Escobedo. Pese a que la amistad de Pérez con el hermanastro del rey le permitió al primero arrebatar a Zayas los asuntos del norte de Europa, ambos fueron víctimas del complot organizado por el propio Pérez, en connivencia con su cómplice, la princesa viuda de Éboli, Ana Mendoza y de la Cerda.  

el obstáculo escobedo

Juan de Escobedo actuó en un principio como confidente de Pérez. Felipe II dio el visto bueno para que marchara a los Países Bajos para vigilar la labor de don Juan como gobernador. ¿Por qué? Porque, según explica John Elliott, el monarca temía que su hermano pudiera usar los tercios de Flandes para invadir Inglaterra, destronar a Isabel I y casarse con María Estuardo, la pretendiente católica a la corona inglesa. Esta desconfianza infundada hizo que el rey le negara continuamente el dinero y los refuerzos militares que pedía don Juan para estabilizar el frente flamenco.

La situación obligó a don Juan a enviar a Madrid a su secretario para pedirle personalmente al rey que oyera sus peticiones. Felipe II y Pérez hicieron oídos sordos, por lo que Escobedo no tuvo más remedio que amenazar a Pérez con revelar la magnitud del papel que venía desempeñando desde hacía tiempo en los Países Bajos, pues se decía que tanto él como la princesa de Éboli mantenían contactos con los rebeldes holandeses. En ese momento, el secretario de don Juan pasó a convertirse en un obstáculo para Pérez.  

Narra José Antonio Escudero López que el temor de Pérez a que se conociera su "doble juego o quizás sus relaciones amorosas con la Éboli" lo llevaron a persuadir al rey de "que el ángel malo de don Juan era Escobedo, y que suprimiéndole desaparecerían la tentación y el pecado".

Así, el 31 de marzo de 1578 Juan de Escobedo fue asesinado en la calle de la Almudena en Madrid. "Sus verdugos  –dice Javier Rubio Donzé en España contra su Leyenda Negra: Mitos, agravios y discursos (2023)– fueron seis sicarios embozados que se abalanzaron sobre él". En este caso, tras tres intentos de envenenamiento, que se llevaron la vida de una criada morisca inocente por delante [ante la pasividad de Antonio Pérez y Felipe II], a la cuarta fue la vencida.

'Muerte de Juan Escobedo', Lorenzo Vallés (1879)

Museo Nacional del Prado

'Muerte de Juan Escobedo', Lorenzo Vallés (1879)

LA VERDAD SALE A LA LUZ

Hizo falta que muriera don Juan de Austria, según se dice de por unas fiebres tifoideas, para que el monarca abriera los ojos y se diera cuenta de qué tipo de persona tenía como colaborador. Cuando el rey recibió los papeles de su difunto hermano entendió que había estado "muy lejos de traicionarle", asegura Rubio Donzé. Lo que causó en el Rey Prudente "gran desazón".

Felipe II comprende entonces que lo de Escobedo ha sido un vulgar asesinato y no una muerte de las que Manuel Fernández Álvarez cataloga como "por razón de Estado". Es entonces cuando inicia el proceso contra su propio secretario. Antonio Pérez fue detenido, al igual que la princesa de Éboli, el 28 de julio de 1579. El rey lo llevó a juicio, enfrentándose a cargos de corrupción, abuso de poder y complicidad en el asesinato de Escobedo.

Huida y venganza

Antonio Pérez pasó por diversas cárceles hasta que en 1590 confesó su participación en el crimen de Escobedo durante una tortura. Fernández Álvarez detalla que "aguanto hasta la octava vuelta de los cordeles" antes de declarar "¡Por las plagas de Dios, acábenme de una vez! ¡Déjenme, que cuanto quisieren diré!". Sin embargo, cuando esperaba morir, "doña Juana Coello, que supo burlar a los carceleros ofreciéndoles un banquete y consiguiendo que el vino les pusiese fuera de juego, aprovechó para conseguir la fuga de su marido".

'Antonio Pérez, libertado de la cárcel de los Manifestados por el pueblo de Zaragoza', Manuel Ferrán (1896)

Museo Nacional del Prado

'Antonio Pérez, libertado de la cárcel de los Manifestados por el pueblo de Zaragoza', Manuel Ferrán (1896)

En Aragón, concretamente en Zaragoza, Pérez consiguió beneficiarse de las leyes aragonesas. Amparado por el justicia Juan de Lanuza el Viejo y mediante la publicación de unos documentos que incriminaban al rey en la muerte de Juan de Escobedo, consiguió burlar la ira de Felipe II. 

El monarca lo intentó por otra vía: el Tribunal de la Santa Inquisición. Este era común para Castilla y Aragón, pero Pérez no era un hereje, aunque tampoco fue difícil construir un caso contra él. Quien fuera secretario del rey fue trasladado a una cárcel inquisitorial, pero nunca llegó a ella.

Relata Rubio Donzé que "los zaragozanos entraron en cólera y espada en mano manifestaron violentamente su apoyo a Antonio Pérez". En este suceso conocido como las Alteraciones de Aragón murió Juan de Lanuza el Viejo mientras se enfrentaba a los soldados que envió Felipe II para frenar esta revuelta y consiguió escapar el propio Antonio Pérez, que se exilió a Francia pidiendo asilo, como recoge Escudero, a la gobernadora de Bearn: "Pues no deve de aver en la tierra rincón ny escondrijo adonde no aya llegado el sonido de mis persecuciones y aventuras".

En París cometió su última fechoría antes de morir en 1611. Bajo el seudónimo de Rafael Peregrino, publicó sus Relaciones, unos escritos que  constituyen su defensa personal y una denuncia contra Felipe II, a quien acusa de corrupción, abuso de poder y complicidad en el asesinato de Juan de Escobedo de la siguiente forma: "Es de saber que el Rey Católico [Felipe II], por causas mayores y forzosas, y muy cumplideras a su servicio y corona, resolvió que el secretario Juan Escobedo muriese, sin preceder prisión ni juicio ordinario, por notorios y evidentes inconvenientes de grandes riesgos y turbación de sus reinos".

Rubio Donzé lamenta que "el daño propagandístico que supusieron estas publicaciones sería nefasto para España con el paso de los siglos". Sin embargo, aunque seguro alimentaron la hoguera de la Leyenda Negra, el autor señala que "la opinión de España en el extranjero ya estaba muy definida cuando Pérez publicó su obra".

Visto en ABC

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