Cristina Fernández de Kichner y otros doce imputados se enfrentan desde ayer a una acusación formal por corrupción y asociación ilícita. La actual vicepresidenta, para la que la Fiscalía ha solicitado doce años de cárcel, se enfrenta, además, a una pena de inhabilitación permanente para el desempeño de cargo público. Como era de esperar, Fernández de Kichner negó los cargos, mientras los cachorros de la Cámpora salían a protestar en defensa de su líder. La Vicepresidenta acusa a los Fiscales de mentir y el Presidente Alberto Fernández secunda sus acusaciones mediante un comunicado oficial firmado por la Secretaría de Comunicación en el que afirma que Fernández de Kichner es víctima de una persecución judicial y mediática que el Gobierno argentino condena y rechaza.

Los Kichner han amasado una fortuna de la misma manera que lo han hecho varios de sus amigos a través de licitaciones de obra pública.

La Justicia debería poder trabajar en paz. Sin embargo, el kichnerismo ya ha amenazado al país entero. Si tocan a Cristina, llevan días diciendo, se va a armar el quilombo.

Argentina está sumida en una profunda crisis económica e institucional. Si finalmente la Vicepresidenta es declarada culpable se abrirán nuevos casos contra los Kichner vinculados al lavado de dinero. Si la Justicia no fuera capaz de actuar de manera verdaderamente imparcial y refutar con hechos las acusaciones de persecución política y si la oposición no se desligara de este proceso penal como si de un asunto político se tratara, el kichnerismo tendría muy fácil convertir a Cristina en una mártir del antiperonismo. Evitar el quilombo pasa por un ejercicio de responsabilidad para el bien de todos los argentinos.