Línea editorial: "Una amenaza permanente"

Ante la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, se inicia hoy martes el juicio contra los supervivientes de la célula terrorista que cometió los atentados de Cataluña en agosto del año 2017, que causaron catorce muertos y más de un centenar de heridos.

Al margen de lo que determine la Justicia, una vez más se plantea en nuestro país, como en buena parte de Europa, el ya permanente debate político, religioso y social, sobre la forma más adecuada para luchar contra el fanatismo de diversas sectas islamistas, infiltradas en nuestras sociedades democráticas.

Este debate ha cobrado especial relevancia en Francia, donde el terrorismo se ha mostrado más activo en los últimos tiempos, implicando la libertad de expresión, la laicidad y la propia cultura como elementos de defensa contra la ofensiva terrorista.

En este contexto, el presidente francés, como es sabido, presentará el próximo mes una ley de defensa de la libertad y de la laicidad republicana como un instrumento más en la lucha contra lo que ha llamado el “separatismo islamista”.

Lo que está fuera de toda duda es el objetivo perseguido por los terroristas, inspirados en las viejas doctrinas asumidas por el llamado Estados Islámico o la organización Al Qaida: debilitar los mecanismos de defensa cultural y moral de la sociedad occidental antes de imponer sus credos extremistas.

En España, que ha sido víctima del más sangriento atentado cometido con este objetivo, al socaire de la guerra de Irak, nuestra sociedad no ha llegado a entrar de lleno en este complejo debate que, sin embargo, va a centrar la acción política europea de los próximos años.

La realidad muestra que no basta con confiar tan solo en la ley: hay que mantener viva, sine die, la alarma social, cultural y moral contra este virus del terror que está muy lejos de haberse desarmado.