España de todos y para todos

Con la elegancia institucional que no han tenido los socios del Gobierno, que se han vuelto a hacer notar con sus desplantes, el Rey ha pronunciado un discurso de altura en el arranque de la legislatura en el que ha recordado que España no puede ser campo de batalla de unos contra otros, sino una España de todos y para todos. Así lo ha querido la sociedad española desde hace más de 40 años y, sobre todo, así lo merece.

Necesitamos recuperar la confianza en las instituciones. La esencia del parlamentarismo,  como ha apuntado Felipe VI, es el acuerdo, como también lo es el ejercicio del control político por la oposición. Pactar y controlar, acordar en unos asuntos y disentir en otros, son consustanciales a nuestro régimen parlamentario, en el que la diversidad de ideas y opiniones va unida  al común respeto a nuestros valores constitucionales. 

Es a través de la reflexión, del debate y del diálogo como se han de resolver los problemas de los ciudadanos y afrontar las grandes cuestiones de la vida nacional, y como se tienen que garantizar a las sucesivas generaciones el desarrollo y el progreso social que hemos alcanzado. Ese diálogo y esa voluntad de entendimiento alcanzan todo su significado en la propia definición constitucional de España como un Estado Social, Democrático y de Derecho. Por cierto, la Constitución, contrariamente a lo que sostienen los que han hecho del régimen del 78 el enemigo a batir, emerge como el lugar de encuentro de todos los españoles en este momento difícil de nuestra vida nacional. La claridad del Rey despeja muchas brumas en este inicio de legislatura. Esperemos que su palabra no sea tomada como un mero adorno.