Reconstruir lo que se ha quebrado

Domingo es el vecino de Torre Pacheco, muy famoso estos días a su pesar, que recibió una brutal paliza hace una semana. De los golpes está ya más o menos recuperado. A lo que no da crédito es a los incidentes xenófobos que siguieron. Como la mayoría de los vecinos de Torre Pacheco, su deseo es que las cosas vuelvan a ser como antes: un pueblo “lleno de gente buena”, en el que, como en cualquier otro sitio, aparece a veces algún garbanzo negro. 

Y esto vale tanto para personas autóctonas como de origen migrante. 

Nada que ver su relato con la retórica incendiaria de quienes han aprovechado el suceso para sembrar el odio. Ahora toca reconstruir lo que se ha quebrado. 

Desde la Iglesia, han sido constantes tanto los mensajes de condena, como los que han intentado hacer pedagogía sobre las migraciones. 

No es un problema que quiera venir a Europa gente a trabajar, insisten. El problema son las desigualdades norte-sur, o la crisis de la natalidad en España. También es un problema serio la desinformación que envenena a parte de la opinión pública, en especial a muchos jóvenes. De ahí la insistencia en que las comunidades parroquiales sean ejemplo de acogida y hospitalidad, y exhiban con orgullo la vitalidad que han insuflado en muchas de ellas las familias y personas venidas de todas partes del mundo. Esas mismas personas contribuyen a que la economía crezca, y devuelven con creces las oportunidades que les ofrece España al aportar a la sociedad –a su sociedad- lo mejor de sí mismas.