Un matrimonio joven se queja a su vecino por un ruido y lo que sucede años después les obliga a bajar a su casa y pedirle perdón: "Les tocó"
Vivir en comunidad implica mucho más que ocupar una vivienda, se está obligado a compartir unas normas y unas espacios que lejos de unir, pueden generar conflictos.

Piscina de una comunidad de vecinos
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La convivencia en las comunidades de vecinos no siempre es sencilla. Y es que vivir en una comunidad no es solo tener una casa en el edificio. Supone compartir espacios comunes, aceptar unas normas colectivas y participar en decisiones que afectan a todos. Esta convivencia puede ser enriquecedora cuando existe colaboración, pero también puede convertirse en una auténtica pesadilla.
Entre los puntos de fricción entre los comuneros se encuentran los gastos compartidos. El cálculo de las cuotas, la falta de claridad en las cuentas o los desacuerdos sobre las obras de mejoras o de conservación que necesite realizar el inmueble.
Qué decir tienen también las zonas comunes. Patios interiores, trasteros, jardines, ascensores, son terreno pantanoso para la convivencia, ya que su mal uso puede provocar resentimiento entre los vecinos.
Los animales domésticos también tienen mucho que decir en las polémicas vecinales. Ladridos nocturnos, suciedad o incumplimiento de normas de convivencia suelen convertirse en motivo de quejas constantes.
hándicap de ruidos
Pero si hay un hándicap que trae de cabeza a los vecinos, son los ruidos. Hablar alto y a deshora, poner la televisión a todo meter, fiestas nocturnas, obras con golpes interminables y mucho polvo en las escaleras o incluso el molesto taconeo a altas hora de la madrugada, pueden sumar problemas a la buena marcha de la convivencia.
llanto del bebé
A estos ruidos hay que sumarle el llanto de los bebés, que no es evitable, pero que se puede hacer muy cuesta arriba para los vecinos que tienen que madrugar. Una cuestión que, sin duda, tiene difícil arreglo, pero que puede generar tensiones que, si no se saben manejar, pueden terminar mal.
Precisamente el llanto de un bebé es lo que ha enfrentado a un matrimonio joven con su vecina. Lo sucedido lo recoge la cuenta @pararapapa_1 tras plantear a sus seguidores la sustanciosa cuestión: "Ha llegado el momento de contar anécdotas de vecinos/as porculeros".
El guante lo recoge esta mujer que cuenta lo sucedido con unos vecinos a los que les incordiaba el llanto de su pequeño, pero que, pasado un tiempo probó su propia medicina. "Les molestaba mi hijo bebé cuando lloraba, nació su hijo y me pidieron perdón, porque el suyo no paraba de llorar, era muyyyyy llorón", relata.
Las reacciones al mensaje no se han hecho esperar. Algunos como Lluis advierten de que "vía experiencia lo entendieron" o Mari Carmen que reconoce que a esa pareja "les tocó el peor", o bien, añade, "que ellos eran muy malos".
En la misma publicación se pueden leer otras historias sobre vecinos que llaman la atención. El mismo autor de la cuenta, comparte la suya: "Una vecina me regañaba por entrar en el bloque por la puerta automática del garage, porque “se gastaba el motor”.
Mercedes, explica por su parte, que a una vecina le molestaba la maceta que tenía en su puerta. "Según ella, atraía a las moscas que casualmente le entraban a ella, solo a ella, a su casa". La anécdota, desvela, es que la planta "era de plástico".
La mejor manera de evitar que estas situaciones deriven en conflictos mayores pasa por apostar por el diálogo, respetar las reglas comunes y contar con una gestión transparente y eficaz de la comunidad, bien a través de un presidente comprometido o de una administración profesional que garantice equilibrio y justicia.