Un estudio revela las dos edades en las que el cuerpo envejece más y con mucha diferencia: antes de lo que muchos piensan

Un trabajo realizado por la Universidad de Stanford revela dos edades en la que nuestro metabolismo se deteriora bastante más que en el resto

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El cuerpo envejece drásticamente a estas dos edades

Luis Calabor

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Envejecer es parte natural de la vida, pero durante años hemos asumido que ese proceso se produce de forma lenta, constante y predecible. Una arruga aquí, un poco menos de energía allá… sin embargo, la ciencia ahora apunta en otra dirección.

Un nuevo estudio realizado por la Universidad de Stanford y publicado en Nature Aging cambia por completo nuestra visión del envejecimiento. Según sus conclusiones, el cuerpo humano no envejece a ritmo constante, sino que sufre dos grandes "sacudidas" biológicas que aceleran el deterioro de forma drástica. Lo sorprendente es que estos picos no ocurren a edades tan avanzadas como podríamos imaginar.  

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El envejecimiento no es un proceso estable

LOS DOS MOMENTOS EN LOS QUE SE DISPARA EL ENVEJECIMIENTO

El hallazgo principal del estudio es claro: el envejecimiento se dispara en dos momentos muy concretos de nuestra vida. El primero ocurre alrededor de los 44 años y el segundo, en torno a los 60. Es en estas etapas cuando el cuerpo sufre cambios biológicos intensos y desordenados, muy distintos a la evolución progresiva que creíamos normal.

Durante el análisis, los científicos estudiaron muestras de sangre, tejidos y microbioma de más de un centenar de personas, recopilando un volumen de datos impresionante: más de 246.000 millones de parámetros moleculares. Esta información permitió detectar patrones claros: la mayoría de las moléculas clave en nuestro cuerpo —proteínas, lípidos, ARN, microbios— se mantienen estables durante años, hasta que, de pronto, sufren un cambio brusco.

Hay más de 246.000 millones de parámetros moleculares

A los 44 años tiene lugar la primera gran transformación. En esta etapa, se alteran funciones relacionadas con el metabolismo de las grasas, el alcohol y la cafeína, además de aumentar el riesgo cardiovascular. También se acelera el desgaste de la piel y los músculos, señales visibles que muchos ya asocian con la llegada de la madurez, pero que ahora tienen una explicación molecular.

El envejecimiento se acelera primero a los 44 años y, después, a los 60 años

este envejecimiento afecta por igual sin importar el género

Lo relevante es que estos cambios afectan por igual a hombres y mujeres, lo que indica que no están relacionados únicamente con factores hormonales como la menopausia. Más bien, parece que hay mecanismos universales que rigen este "primer golpe" de envejecimiento biológico.

El segundo gran salto se produce a los 60 años. Aquí, el impacto se nota en funciones todavía más delicadas: el metabolismo de los carbohidratos, la función renal, el sistema inmune y la regeneración de tejidos. Estas alteraciones explican por qué enfermedades graves como los infartos, el Alzheimer o ciertos tipos de cáncer aumentan su incidencia de forma tan marcada a partir de esta edad.

Los científicos comparan este fenómeno con una especie de "reorganización interna" del cuerpo. “No envejecemos poco a poco, sino que vivimos verdaderos terremotos biológicos”, explica Michael Snyder, uno de los líderes del estudio.

Más allá del descubrimiento en sí, el estudio abre nuevas vías para la prevención y la medicina personalizada. Si se identifican biomarcadores específicos asociados a estos dos momentos críticos, será posible anticiparse a muchos problemas de salud antes de que aparezcan los síntomas.

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Aunque pensemos que la peor edad es a los 70, no es así

De hecho, algunos equipos de investigación ya están trabajando en terapias basadas en células T CAR, que en pruebas con ratones han mostrado mejoras metabólicas y una ralentización del envejecimiento.

Aunque los investigadores reconocen que la muestra fue limitada —con apenas 108 participantes, todos menores de 70 años—, sus conclusiones suponen un giro importante en cómo entendemos la edad biológica. El objetivo a medio plazo es poder adaptar tratamientos y recomendaciones a estas fases clave, en lugar de aplicar enfoques generalistas.

Esto no significa que podamos evitar el paso del tiempo, pero sí que podríamos modular sus efectos, prepararnos mejor para las etapas críticas y mejorar nuestra calidad de vida en la madurez.

En definitiva, saber que nuestro cuerpo cambia drásticamente a los 44 y a los 60 nos da una ventaja: podemos estar más atentos, cuidar ciertos hábitos con mayor intención y exigir a la ciencia que trabaje no solo por alargar la vida, sino por hacerlo con salud y dignidad. Puede que el envejecimiento siga siendo inevitable, pero ahora sabemos algo nuevo: no es un camino en línea recta, sino una serie de curvas peligrosas… que ya podemos empezar a anticipar.

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