Una viuda inglesa pidió excavar su jardín y acabó desenterrando el mayor tesoro real de la historia británica
Oculta bajo tierra durante más de mil años, una tumba anglosajona descubierta en 1938 en Suffolk reveló uno de los tesoros más extraordinarios de Europa

Madrid - Publicado el
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A orillas del estuario del río Deben, cerca del pequeño pueblo de Sutton, se extiende un paisaje que a simple vista podría parecer anodino: una serie de montículos apenas visibles sobre el horizonte. Pero bajo uno de ellos yacía una estructura funeraria tan imponente como inesperada. En 1938, el arqueólogo autodidacta Basil Brown, contratado por la terrateniente Edith Pretty, descubrió los restos de un barco funerario anglosajón intacto, de casi 27 metros de eslora. En su interior, una cámara repleta de tesoros: armas, joyas, objetos rituales, y utensilios traídos de lugares tan lejanos como el Imperio bizantino.
El personaje enterrado, aunque su cuerpo no sobrevivió a las condiciones del suelo, podría haber sido Redvaldo, rey de Estanglia en el siglo VII. Este monarca es recordado por haber introducido el cristianismo en su reino, al tiempo que mantenía elementos paganos. La dualidad espiritual también está presente en su tumba: junto a una cruz y cucharas grabadas con los nombres de Pablo y Saulo, reposaban una espada ceremonial y un yelmo de batalla, indicios de su poder terrenal y trascendental.
El tesoro que reveló una civilización
Los objetos recuperados de Sutton Hoo, ahora en su mayoría expuestos en el Museo Británico, incluyen verdaderas obras maestras de la orfebrería insular: broches de oro y granate, hebillas con compartimentos secretos, y una tapa de bolso con intrincadas representaciones animales. Las técnicas empleadas, como el cloisonné y el millefiori, reflejan una fusión de influencias culturales irlandesas, germánicas y mediterráneas, propias de un mundo donde el comercio y el intercambio simbólico tejían una red compleja de alianzas y prestigio.

Broches de oro
Especial atención merece el yelmo de Sutton Hoo, reconstruido a partir de cientos de fragmentos tras el colapso de la cámara funeraria. Su diseño, comparable con ejemplos encontrados en Suecia, como los de Vendel y Valsgärde, muestra una máscara completa, carrilleras profundas y un nivel de acabado sin parangón en la metalurgia del norte de Europa. Este objeto se ha convertido en uno de los iconos más reconocibles del arte anglosajón.

Sutton Hoo
Junto a las joyas, se hallaron 37 monedas de oro de distintas cecas francas, lo que ha permitido fechar el entierro en la década de 630. Estas monedas, cuidadosamente seleccionadas, han dado pie a diversas interpretaciones: pago simbólico para el más allá, tributo funerario o incluso una declaración de poder político.

Monedas de oro
Sutton Hoo: un testigo del pasado que sigue hablando
Aunque el hallazgo de 1938 fue el más espectacular, las excavaciones en Sutton Hoo continuaron en las décadas posteriores. Se han identificado al menos otros 20 túmulos, algunos de ellos en peor estado por la actividad agrícola. Una segunda necrópolis, descubierta en 2000, confirmó que el lugar fue un centro funerario activo durante siglos.
Los arqueólogos han establecido que Sutton Hoo fue habitado ya en el Neolítico y utilizado a lo largo de la Edad del Bronce, del Hierro y durante la ocupación romano-británica. La presencia de campos celtas, estructuras domésticas y objetos de importación, sugiere que la zona fue un núcleo de actividad constante y posiblemente un centro de poder real antes de la consolidación del reino de Estanglia.
Hoy, Sutton Hoo está gestionado por el National Trust. Su centro de visitantes ofrece réplicas, recreaciones y una ventana directa al pasado, recordando a cada paso que bajo nuestros pies pueden yacer fragmentos olvidados de imperios, reinos y leyendas. El hallazgo no solo enriqueció la arqueología británica, sino que transformó la comprensión del mundo anglosajón temprano, iluminando una época hasta entonces considerada oscura y sin historia.
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