El chantaje millonario que sufrió el Vaticano para recuperar uno de los documentos robados más valiosos de su archivo
El Vaticano conserva un patrimonio documental que va desde la Edad Media hasta épocas modernas. Entre los documentos más llamativos se encuentran cartas de algunos de los personajes más influyentes de la historia

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El Vaticano, a través de sus archivos, conserva un patrimonio documental que va desde la Edad Media hasta épocas modernas. Entre los documentos más llamativos se encuentran cartas de personajes como el presidente de EEUU Abraham Lincoln, el pintor Miguel Ángel o la reina María Estuardo.
Se tratan de cartas que representan momentos destacados en la historia, relacionado en su mayoría a la diplomacia internacional. Si bien algunos de estos documentos están documentados, otros permanecen en misterio, robadas o solo parcialmente conocidas. Lo cierto es que los archivos vaticanos tienen entre sus archivos verdaderas joyas que revelan la relación que figuras históricas como las citadas mantuvieron contactos con la Iglesia, tanto para legitimar poder como para buscar apoyo moral, político o espiritual.
Las cartas de Abraham Lincoln al Vaticano y su papel diplomática en la guerra de eeuu
Una de las piezas más citadas es una carta de Abraham Lincoln dirigida a su “muy honorable y buen amigo” el Papa Pío IX, en la que lo invita a aceptar a Rufus King como ministro residente de los Estados Unidos ante los Estados Pontificios.
El documento forma parte de las llamadas 'Cartas al Papa Pío IX' conservados en los archivos vaticanos. En los escritos, aunque la Guerra Civil de los Estados Unidos estaba en curso, Lincoln evita hacer referencias directas al conflicto.

No así la carta firmada por Jefferson Davis a Pío IX, presidente de los estados confederados de 1861 a 1865, que describe los horrores de la guerra que EEUU libraba internamente. Davis también solicitaba reconocimiento diplomático de los estados confederados ante el Vaticano, petición que nunca llegó a prosperar.
La existencia de estas cartas demuestra que la Santa Sede tuvo un papel diplomático en el conflicto.
el chantaje al vaticano para recuperar la carta robada de miguel ángel
Miguel Ángel casi nunca redactaba personalmente sus propias cartas. Habitualmente sus mensajes eran escritos por secretarios o colaboradores. De ahí que sea llamativa una carta escrita de su puño y letra que se reconoció como robada de los archivos vaticanos en 1997.
Según fuentes oficiales del Vaticano, la carta de Miguel Ángel fue objeto de un chantaje. Un extrabajador vaticano habría ofrecido devolver los documentos a cambio de un rescate, se menciona una cifra cercana a los 100.000 euros, solicitud que fue rechazada, al tratarse de documentos extraídos en sus instalaciones hace casi dos décadas.

Desde el año 1997, se había detectado que faltaban documentos en los archivos, incluyendo esta carta autógrafa de Miguel Ángel, pero no fue hasta 2015 cuando oficialmente se reconoció el robo.
En paralelo, se han realizado esfuerzos de conservación y restauración de cartas del artista que sí se encuentran en otros archivos distintos al Vaticano. Por ejemplo, la Casa Buonarroti en Florencia restauró 342 cartas del maestro, entre ellas una dictada poco antes de su muerte, aunque estas cartas no siempre tienen relación directa con el Vaticano.
María Estuardo y la carta al papa En la que confirma su adhesión a la fe católica
María Estuardo, reina de Escocia, es autora de un conjunto de cartas que envió durante su cautiverio en Inglaterra, se estima que entre 1578 y 1584. Estas cartas fueron recientemente descifradas por un equipo internacional de criptógrafos.
Los documentos revelan que María Estuardo mantenía comunicación regular con simpatizantes en Francia, negociaba su liberación, seguía involucrándose en política y denunciaba que los ingleses llevaban a cabo esas negociaciones con mala fe. También muestra su queja por su estado de salud y de las condiciones de su cautiverio.

Otra carta muy conocida es la última que escribió al Papa Sixto V tras conocer su condena a muerte el 23 de noviembre de 1586. En ella confirma su adhesión a la fe católica y hace una especie de testamento espiritual, puesto que sabía que iba a morir.
María Estuardo utilizó además una técnica ingeniosa para sellar esa carta final, que contenía no solo su declaración de fe, sino también su reivindicación de derechos dinásticos a la Corona inglesa, y su deseo de que su cuerpo fuera trasladado tras su muerte allí donde había sido reina, si estuviera en su poder hacerlo.
Las cartas codificadas de María Estuardo muestran la complejidad de la censura, la represión política y el ingenio en la comunicación clandestina.