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El trabajo de la Iglesia con la familia, lugar de acogida y modelo para la vida de la comunidad cristiana

El periodista y sacerdote Josetxo Vera sigue reflexionando en 'Siempre Aprendiendo' sobre la nueva campaña de la CEE, #HazMemoria, que esta semana aborda el tema de la familia

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Josetxo Vera
Twitter Josetxo Vera

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 13:23

Seguimos con la campaña #HazMemoria. Durante 12 semanas la Iglesia hace memoria de su presencia, de su misión, de su actividad en toda España durante todo este año tan complicado.

Todos tenemos experiencia, aunque no nos acordamos, que la vida humana, desde el primer momento de su existencia, necesita ser cuidada. La vida humana por sí sola es tan frágil que no sale adelante sin una protección. El primer cuidado viene de la familia, todos necesitamos un entorno que nos proteja y que nos alimente.

Cada persona necesita un entorno social que le garantice la subsistencia, en los primeros momentos de la vida, y que le permita integrarse en la sociedad con los cuidados que ella facilita. Ese entorno es la familia, el primer lugar en el que la vida es acogida. Surge en ella y se vincula inmediatamente con ella creando lazos que le permiten los primeros cuidados.

La vida nace en el seno de una familia cuya primera misión es proteger esa vida débil. Nosotros, que somos seres sociales, que aprendemos a hablar porque escuchamos hablar, el primer núcleo donde se desarrolla esa sociedad es la familia. La familia es también el lugar donde se establecen las primeras relaciones que están vinculadas al afecto y al amor. El niño aprende a sonreír, a querer en familia. Todos tenemos el deber de acoger a los niños, en el seno de la familia, con todo el amor y la protección que se pueda. Los vínculos de amor entre las personas de una familia son los más fuertes que se pueden establecer. Por eso, como la parte más débil de la familia es el niño recién nacido, el vínculo de amor que se establece entre los padres es indisoluble. La unión de la familia genera esa vínculo irrompible.

El amor sostiene en el seno de la familia, la entrega de los cónyuges, la generosidad de los padres, la disponibilidad de los hijos y el cuidado de los ancianos o de los más desfavorecidos. Cuando se ataca la familia se quiere destrozar el amor o se pretenden que los padres no se entreguen con generosidad a sus hijos. Estamos generando una sociedad individualista.

La Iglesia apuesta por sostener la familia como núcleo de amor, primer lugar de relación para el ser humano. Dentro de la familia, los hijos son un signo de plenitud y cuando faltan se vive con dolor. La familia que vive generosamente abierta a la vida, sostiene a sus miembros más débiles y busca colaborar en el bien común es testimonio del valor de la vida y presta un servicio valioso a la sociedad.

La familia es también el primer lugar donde se puede enseñar la vida cristiana. Es donde mejor se transmiten esas virtudes humanas y cristianas, esas enseñanzas del papel de Jesús en la vida de la familia.

Para nosotros, además, dentro de la familia, el cuidado de los más pequeños es también una catequesis que dura para toda la vida. En aquellas familias donde hay personas especialmente débiles o que se manifiesta con alguna debilidad toda la familia se une en torno a esa persona.

La Iglesia es una familia de familias, es el lugar donde se da un vínculo de amor entre familias distintas. De hecho, una vida cristiana bien vivida tiene tres ejes: la familia, la parroquia y el trabajo. Esos son los tres focos donde se mueve un cristiano en este tiempo. El Papa Francisco insiste en la necesidad de que la familia y la Iglesia caminen juntas pues ambas dan testimonio del amor que les une.

El primer ámbito para testimoniar y enseñar la vida cristiana a los más jóvenes es la propia familia que vive, celebra y anuncia su fe en Jesús y esto se hace en estrecha relación con la parroquia.

El apoyo y la memoria que hace la Iglesia en este tiempo de la familia es, en primer lugar, la convocatoria del año “Familia Amoris Laetitia” para que descubramos la belleza y la grandeza de la familia. Y otro ámbito es también el Día de los Abuelos. El Papa Francisco ha invitado que el cuarto domingo de julio se celebra esta Jornada en torno a la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, abuelos de Jesús. El Papa insiste mucho en que los abuelos son la gente que mantiene la memoria y la tradición, gente débil que necesita el cuidado de los otros y su aportación a la familia es el vínculo de la memoria.

Cuando miramos a nuestras familias nos encontramos con personas que nos aman y a la que nos vinculamos por amor. Nos sostienen en las dificultades.

Cuanta gente ha salido adelante, en el tiempo de la crisis económica, gracias a su familia. Jóvenes que se habían independizado han vuelto a sus casas, cuantos abuelos se han hecho cargo de los nietos. En este tiempo de pandemia nos ha ocurrido lo mismo.

Por tanto, destruir la familia es destruir la red que nos sostienes cuando nos caemos del alambre y perdemos el equilibrio. Cuanta gente, por haber perdido a su familia, se ha encontrado que al caer del alambre no había red. La Iglesia se empeña en cuidar y hacer memoria de la familia, se compromete con esa relación de amor entre personas.

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