El primer rasgo de estas Cartas Apostólicas es que no tienen una idea de ser cartas como hacia San Pablo, por ejemplo. Son más bien una exposición que hace el autor sobre una cuestión de actualidad.

El objetivo de estas cartas es defender la pureza de la fe y hacer un poco de luz sobre las herejías que van apareciendo en las primeras comunidades cristianas. Los autores de estas cartas son el apóstol Santiago, Pedro, Judas Tadeo y la Carta a los Hebreos. Son cartas escritas por los apóstoles y tienen un sentido universal dirigido a todas las Iglesias.

La primera de ellas es la carta de Santiago. Fue el responsable de la comunidad cristiana de Jerusalén desde el año 42 y sufrió el martirio hacia el año 62. Escribió esta carta en el año 60 y Santiago la dirige a todas las comunidades cristianas que viven fuera de Jerusalén. La carta está escrita en griego, pero tiene palabras de origen semita. Su tono es vivaz y más que una carta parece ser un sermón, una homilía. Para hacer esta catequesis Santiago utiliza la sabiduría del Antiguo Testamento y la finalidad con la que escribe a los habitantes judíos dispersos por el Mediterráneo es animarlos en la dificultad y en la prueba. Santiago los anima a ser fuertes y a manifestar su fe con obras.

Pedro compone sus cartas al final de su vida y las escribe pensando en los cristianos del Asia Menor. Son gente que no tienen origen judío, evangelizados por San Pablo y Pedro les escribe estas cartas para manifestarles su cercanía. La primera carta es un resumen del Nuevo Testamento sobre la fe cristiana y sobre cómo se vive conforme a esa fe. En la segunda carta nos encontramos con momentos de exhortación a vivir la fe y otras veces Pedro utiliza un tono más solemne. Parece ser una carta de testamento por qué Pedro ve cómo se acerca su final.

El tercer autor que nos encontramos es el apóstol Judas Tadeo, hermano de Santiago. Compone su carta en la década de los años 60 y se dirige a los cristianos que vienen del judaísmo y que estaban dispersos por los territorios del Imperio Romano. El ambiente en la Tierra Santa ya no es bueno y los judíos cristianizados han ido saliendo de esa tierra. La carta que les escribe Judas tiene como objetivo ponerles en alerta contra los falsos maestros de la Verdad. Está escrita en griego y parece ser un folleto de herejías.

La cuarta es la Carta a los Hebreos. Es una carta muy importante desde un punto de vista doctrinal y hoy tiene mucho interés. Está dentro del canon de los libros inspirados y se apuntó a San Pablo durante mucho tiempo. Sin embargo, parece que no es así. Fue muy conocida y muy utilizada por Clemente Romano al final del siglo I.

La carta está dirigida a personas que conocen muy bien el Antiguo Testamento y que están relacionados con los ritos y el culto judío. Quizás por esto se piensa que esta carta se dirige a un grupo de sacerdotes judíos que se han convertido al cristianismo y, tras las persecuciones, tuvieron que huir de Jerusalén y formar un grupo más cerrado en alguna ciudad del área mediterránea. Podría ser una carta dirigida a ellos y eso justificaría ese tono más solemne. El tema central de esta Carta a los Hebreos es la figura de Jesucristo, “reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa y habiendo realizado la purificación de los pecados está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas”.

En estos versículos ya se anuncia la idea básica que dirige toda la carta que es la comparación entre la Antigua Alianza y la Nueva Alianza haciendo resaltar la superioridad manifiesta de la nueva sobre la antigua. Dios habló antes a través de los profetas y ahora nos ha hablado a través de su Hijo.
Los temas sobre el sacerdocio y el sacrificio de Cristo están muy desarrollados y por eso esta carta se estudia mucho en el ámbito de la formación de los sacerdotes. Toda esta doctrina está orientada a una finalidad practica: conseguir que los que escuchan esta carta permanezcan fieles a la Nueva Alianza.