Esperar y apresurar, las claves del Adviento
El Adviento es un tiempo para orientar la mirada hacia el encuentro con Cristo que nace en Navidad. Este tiempo invita a mantenernos atentos, a no perder la esperanza en medio de la incertidumbre. Frente a la tentación de la superficialidad y del olvido de nuestra necesidad de redención, Mario Alcudia nos recuerda la importancia de poner a Dios en el centro, sabiendo que su llegada es la certeza que sostiene nuestra vida y transforma en Luz la oscuridad

ESPERAR Y APRESURAR, LAS CLAVES DEL ADVIENTO | FIRMA MARIO ALCUDIA
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El Adviento no es un simple preludio navideño. Es, como nos recuerda el predicador de la Casa Pontificia, el padre Roberto Pasolini, un tiempo para reavivar la esperanza, para mirar más allá de lo inmediato y descubrir que nuestra vida está orientada hacia esa meta que es la venida del Señor. No solo su primera llegada en Belén, sino su regreso glorioso al final de los tiempos.
Ayer se celebraba la segunda de las tres meditaciones a las que asiste el Papa León XIV, este año centradas en el tema "Esperando y apresurando la venida del día de Dios", tomado de la segunda Carta de San Pedro. Las meditaciones de este 2025 se enmarcan en un tiempo en el que se entrelazan el inicio del nuevo año litúrgico y la conclusión del Año Jubilar, recogiendo por tanto los frutos de la esperanza que este Jubileo ha reavivado.
El Adviento es un tiempo singular porque, como nos recuerda el predicador pontificio, nos coloca en tensión entre dos verbos: esperar y apresurar. Esperar con paciencia, sin desesperar ante los desafíos de la historia; y apresurar con obras de bien, con gestos concretos que preparen el camino del Señor. Esperar de forma activa y constructiva, preparando su venida haciendo de la Iglesia un lugar acogedor.
Todo ello, además, en medio de dos tentaciones: la de poder llegar a olvidar que necesitamos ser salvados y la de reducir el Evangelio a una imagen superficial para agradar al mundo.
Es pues este tiempo de estar vigilantes para ser capaces de percibir esta Gracia. Bien sabemos que Dios no se cansa de confiar en nosotros. La vida reflorece cuando reconstruimos el cielo en nuestra tierra, cuando dejamos que sea Dios el corazón de nuestra existencia. El Adviento nos llama a ser esos centinelas. Porque el Señor viene, y su venida es la única certeza capaz de sostenernos en medio de la noche fría y oscura.



