Escuchar la brisa del Evangelio en tiempos de estruendo

En su discurso inaugural de la Asamblea Plenaria, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello recordaba que, en medio de la prisa de nuestro tiempo, el Evangelio sigue siendo un rumor que invita a detenerse y escuchar. Mario Alcudia reflexiona sobre la llamada del presidente de la Conferencia Episcopal Española a transformar la sociedad con la fuerza del Evangelio y la caridad

Inauguración de la 128 Asamblea Plenaria de la CEE
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ESCUCHAR LA BRISA DEL EVANGELIO EN TIEMPOS DE ESTRUENDO | FIRMA MARIO ALCUDIA

Redacción Religión

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Esta semana nuestros obispos han celebrado su asamblea plenaria del mes de noviembre. Permíteme algunas reflexiones y destacados del interesante mensaje inaugural del presidente, Luis Argüello que nos dejaba la imagen poderosa en torno a lo que él denominaba el rumor de Dios. Un susurro que en medio del estruendo ideológico apenas parece percibirse. Vivimos en una sociedad que corre, que discute, que está polarizada. Todo es urgente e inmediato. Y, sin embargo, el Evangelio no compite en decibelios sino que se ofrece como una brisa suave. 

El arzobispo de Madrid nos invitaba a mirar la realidad con ojos limpios, al tiempo que nos recordaba que la dignidad humana no es negociable, aunque la cultura del descarte nos quiera convencer de lo contrario. Porque no son números sino historias truncadas, silencios que claman. Y la respuesta no puede ser el atajo fácil, sino políticas que abracen la maternidad, que sostengan la familia, que devuelvan esperanza.

También nos advertía el presidente del episcopado del riesgo de convertir la memoria en arma ideológica. Purificar la memoria es tarea evangélica: reconciliar, sanar, tender puentes como dice el Papa donde otros levantan muros.

Y, además, el discurso no se quedaba en la mera denuncia sino que hacía una llamada a la acción. No podemos ser espectadores. La fe no se guarda en vitrinas; se vive en la plaza pública, en la política, en la economía, en la cultura; además de recordarnos que la caridad no es solo dar, es transformar estructuras para que nadie quede fuera.

En definitiva, para concluir por donde comenzaba, los cristianos estamos llamados a escuchar el rumor de Dios y convertirlo en melodía para este mundo ensordecido. Necesitamos recuperar la hondura. Dejar de vivir en la superficie y bajar al fondo, donde el Evangelio sigue susurrando. Es el modo de mostrar que ese silencio es fecundo y, por tanto, que la verdadera revolución no está en los eslóganes, sino en el corazón que se abre a Dios y se entrega a los demás.

Visto en ABC

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