¿Quién es el sacerdote?

Hoy ha comenzado en Roma un importante Simposio sobre la teología del sacerdocio, en un momento en que este gran don se encuentra en la picota de los medios debido a la tragedia de los abusos cometidos por algunos sacerdotes. El cardenal canadiense Marc Ouellet lo ha inaugurado con un discurso penetrante y nada complaciente. Para empezar, ha levantado acta de un desequilibrio: se ha sobrevalorado una forma de sacerdocio (el ministerial) a costa del sacerdocio común de todos los bautizados que, según Ouellet, hemos olvidado prácticamente en el mundo católico. Por eso el objetivo del Simposio es profundizar en el horizonte global del sacerdocio de Cristo, con sus dos formas de participación: bautismal y ministerial.

Además de clarificar el trasfondo del drama de los abusos, este redescubrimiento de la mutua relación entre ambas formas de sacerdocio servirá para alentar el entusiasmo por todas las vocaciones en la Iglesia, que se necesitan y reclaman recíprocamente.

Es fundamental lo que ha dicho el Papa en su discurso: el Señor toma al sacerdote de en medio del pueblo y lo envía al pueblo, de tal modo que su identidad no se entiende sin esta pertenencia. Para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio hay que estar en estrecha relación con la vida real de la gente, reconociendo sus heridas, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres por llevar adelante sus familias, y también las consecuencias de la violencia y de la injusticia… ¡Cuántos buenos curas he conocido, entrando en las llagas de la vida de la gente para hacer presente en ella la fuerza operante de la Resurrección! Eso solo es posible si el sacerdote se concibe perteneciente al Pueblo de Dios, necesitado de la amistad y la compañía de las familias, de los jóvenes, de los ancianos, de los consagrados. La vida sacerdotal se debe a todos ellos, pero necesita de todos ellos.