• Martes, 14 de mayo 2024
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Paradoja en Nigeria

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José Luis Restán
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Director Editorial COPE

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:54

Las noticias sobre ataques sangrientos contra los cristianos durante la celebración de la Eucaristía en Nigeria se suceden, y casi ni nos conmueven. Es cierto que el panorama es complejo: el yihadismo de Boko Haram y sus satélites, la violencia de los pastores de la etnia fulani, los bandidos que campan a sus anchas en un país con amplias zonas fuera de control… Pero hay un punto común: el odio a la fe de los cristianos que se manifiesta en estos ataques que, digámoslo claramente, tienen un punto de demoniaco. “Nigeria se desangra… De norte a sur, de este a oeste, la sangre fluye como un río. Vivimos con miedo y ansiedad, mientras una oscura nube de incertidumbre se cierne sobre la nación”. Son palabras del presidente de la Conferencia Episcopal, Lucius Iwejuru. Palabras fuertes, como las que siempre he escuchado de unos pastores forjados en el sufrimiento, pero, sobre todo, en una fe inquebrantable.

Y esta es la paradoja. Una iglesia que sangra por los cuatro costados pero que, en muchos aspectos, parece más fuerte que las antiguas iglesias europeas: allí encontramos muchas más vocaciones sacerdotales y religiosas (a pesar de estar en la diana), allí las comunidades son fuertes en torno a la Eucaristía y la caridad mutua, allí se multiplican iniciativas de progreso social y de incidencia cultural, allí el episcopado es respetado y sostenido por el pueblo. Y, desde luego, no se pierde un minuto en disputas estériles sobre la organización eclesiástica. Estoy lejos de pensar que la iglesia en Nigeria sea un jardín de rosas. Problemas hay, y muchos son dramáticos. Pero, aunque cueste aceptarlo, se cumple la máxima evangélica de que cuando el grano de trigo cae y muere, da mucho fruto. Se me ocurre pedir por ellos, ayudarles en tantas necesidades, y aprender de su fe sencilla y luminosa.

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