No dejemos morir a la “amada Siria”

No dejemos morir a la “amada Siria”
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Hola Ángel. Durante años hemos hablado mucho de Siria, un país destrozado por una guerra absurda y cruel en la que ninguno de sus actores ha sido inocente. Ahora las armas han callado, pero las han sustituido el hambre y la desesperación ante el futuro. Sin embargo, los milagros cotidianos que conocimos cuando las bombas trituraban literalmente ciudades enteras, hoy siguen sucediendo. Milagros como los protagonizados por el franciscano Ibrahim Alsabagh, párroco latino en la ciudad vieja de Alepo, que ha advertido en una carta que los jóvenes atraviesan una fase crítica, en la que casarse es "un acto de fe heroico". También denuncia que las sanciones impuestas al régimen de Damasco resultan inhumanas para la población, porque hacen sufrir a todos, pero especialmente a los más débiles.
El sacerdote argentino Hugo Fabián Alvániz, del Instituto del Verbo Encarnado, ha reconstruido la iglesia de la Anunciación en uno de los barrios de Alepo donde los combates fueron más intensos. En el sótano ha creado un centro para responder a la emergencia de muchas familias: distribución de alimentos, asistencia médica, una pequeña escuela y un taller de sastrería. Ahora ha lanzado el proyecto “Comidas sobre Ruedas”, dirigido a personas mayores que viven solas, que pretende financiar la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
La amada Siria, como le gusta decir al Papa Francisco, sigue en el mapa, y si aún alienta una débil esperanza es por testimonios como estos, nacidos de una mirada de fe que permanece, porque como dice el padre Ibrahim, “hemos tocado con nuestras propias manos la tierna presencia del Señor en estos años difíciles”. Y no olvidemos que esa presencia, llega también a través de nuestra pobre pero decisiva ayuda.



