Un mensaje de alto valor
Escucha la firma de José Luis Restán de este jueves 18 de septiembre

Escucha la firma de José Luis Restán de este jueves 18 de septiembre
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Recuerdo la época en que el cardenal Ratzinger dialogaba en público con algunos exponentes del laicismo más duro, conversaciones magníficas por su altura, su profundidad y el respeto recíproco con que se desarrollaban. En España estamos poco acostumbrados a este tipo de diálogos, menos aún en este tiempo de polarizaciones impostadas. Por eso la conversación de ayer entre Luis Argüello y Salvador Illa, en la Fundación Pablo VI es, en sí misma, un mensaje de alto valor. En COPE lo hemos venido contando. Está claro que el presidente de la CEE piensa que este diálogo público forma parte de la misión de la Iglesia en un contexto en el que todavía cuesta entender y vivir la relación entre las diversas confesiones y una sociedad plural y democrática.
Es importante visualizar, como sucedió ayer, que los hombres y mujeres de Iglesia tenemos una palabra relevante que decir a esta sociedad en crisis, una palabra que es interesante y que interpela a todos, y que luego podrá ser compartida o no. Y también es importante que los católicos reconozcamos que la escucha de las inquietudes y las propuestas de otros, más o menos alejados, y de las instituciones culturales y políticas, es un bien. Monseñor Argüello dijo que es necesario “nombrar” las cosas en las que estamos de acuerdo y aquellas en las que no, y en este caso, ver cómo podemos abordar el desacuerdo. Los desacuerdos pueden ser duros y profundos, eso no debería espantar a nadie. Lo que es inaceptable es “demonizar” al otro, al que piensa o es diferente. Todos tenemos que aprender esto, y para los católicos debería ser muy sencillo: basta con mirar los gestos y las palabras de Jesús, que no demonizó a los que le torturaban en la cruz, sino que pidió al Padre que los perdonase.
Un último apunte. Luis Argüello puso sobre la mesa una cuestión medular: “el Estado no es Dios”; tampoco cuando, por fortuna, es un Estado democrático y de derecho. No puede pretender ser la fuente de la moral ni del bien. Recordar esto, incluso a costa de incomprensiones e improperios, es un servicio que la Iglesia ha prestado históricamente, y sigue prestando hoy a todos, no solo a los católicos.