Cuando Cristo está en el centro, todo renace

Escucha la Firma de José Luis Restán de este lunes 21 de octubre

El arzobispo de Utrecht, cardenal William Eijk
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Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 21 de octubre

José Luis Restán

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En la recta final de los trabajos del Sínodo me parece muy interesante la entrevista que ha concedido el arzobispo de Utrecht, cardenal William Eijk, a la revista Communio, sobre la parábola de la fe, la descristianización y la nueva misión en los Países Bajos, que fueron un auténtico laboratorio de las reformas supuestamente “progresistas” en el postconcilio. “No está usted sentado ante un hombre desesperado”, contesta con humor el cardenal a su entrevistador, tras hacer recuento de la drástica caída de fieles en su país.

Eijk ha sido testigo de aquel entusiasmo que buscaba construir una “nueva iglesia”, en los años 70, que cosechó muy pronto el amargo fruto de una desafección creciente en el pueblo. También sabe que muchos de los números de la época anterior eran ficticios, porque predominaba un catolicismo de mera herencia familiar, sin profundidad ni verdadero compromiso personal. Tras años de demolición, el cardenal observa que en las parroquias hay cada vez más jóvenes que piden el bautismo o la confirmación, “personas entre 20 y 50 años que, por así decirlo, aparecen de la nada". 

Y añade que, aunque a las nuevas generaciones no se les han dado criterios para distinguir el bien del mal ni pilares ni objetivos para la vida, hay preguntas que "surgen de modo natural", porque en todo ser humano "está sembrada una apertura al Misterio". El Primado de los Países Bajos tiene claro que el intento de hacer que la Iglesia asuma las modas culturales del momento no sirve para recuperar a los que se han alejado. Por el contrario, allí donde se proclama íntegramente la fe y se celebra la liturgia con dignidad, las iglesias están llenas, “se trata de poner a Cristo en el centro”. Eijk se ha implicado de manera constructiva en el diálogo sinodal y deja una advertencia seria: cuando se pierde la unidad en la proclamación de la fe, la Iglesia pierde su credibilidad, porque la gente tiene la impresión de que ni ella misma sabe realmente lo que es.

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