En este momento en La Palma hay palmeros, turistas y voluntarios. Hay un grupo de vascos, conocidos como los vascos de Aridane que pertenece a la Asociación Humanitaria Caldacano. Se van rotando, dejan atrás sus casas, sus familias y van a echar una mano en esta tragedia. Mei Carballo, palmera de nacimiento que se mudó al norte hace 20 años, pero que su casa familiar está en San Nicolás, en el pueblo palmero de El Paso. Este movimiento empezó cuando ella le mandó un video a una amiga suya del país vasco y se movilizó para ayudar.

En este territorio, la lava ha arrasado hasta el cementerio. Mei tiene enterrados a sus familiares allí y asegura que "ha sido un duro golpe" porque su tatarabuelo fundó ese cementerio.

En cuanto a la labor de los voluntarios de esta asociación, comenta que ella va y viene a la isla para ayudar a limpiar, ya que como muchas otras casas, su casa está enterrada en las cenizas de la erupción.

"Al principio no había ni palas en la isla, estaba todo agotado. Ellos llevan palas, cepillos, todo el material necesario y va un grupo de voluntarios los días que tienen libres a ayudar a limpiar las cenizas de las casas. Ahora mismo están con alcantarillas y gases porque la zona cero está cerrada por los gases", explica Mei.

Álvaro Sáez es uno de los voluntarios de esta asociación y portavoz. Se encuentra en El Paso y explica que el clima actual es de lluvia como se esperaba. "Se está haciendo mucho trabajo y se ha retirado mucha ceniza, pero hay zonas que sigue siendo desolador", asegura.

"La ceniza de por sí es un material extraño porque tiene diferentes densidades y cuando se mezcla con el agua aumenta mucho su peso. Ahora tiene una textura parecida al del café filtrado", comenta. Además, provocan atascos en las tuberías porque no están preparadas.

Estos voluntarios tienen trabajo y familia y se desplazan cuando pueden para ayudar. "Aquí hay de todo. Mecánicos, policías, enfermeros, cocineros y cada uno lo que ha hecho es dejar los trabajos de lado y venir aquí a machacarse, porque no hay ni un solo día de descanso. Yo estoy con mi familia porque mi vida gira en torno a esto", explica Álvaro Sáez.

La asociación no paga salarios y los alojamientos nos los consigue el párroco. Para comer tenemos un catering que se ofrece aquí y las personas que vienen se tienen que pagar su viaje.