El negocio de Barcelona que gana más dinero durante el verano que el resto del año: desde hace casi 100 años

Natalia es dueña de la heladería 'La Jijonenca' en Premià de Mar y desvela en ‘La Tarde’ el intenso sacrificio que hay detrás de cada pedido

La Roca del Vallès (Barcelona)
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La Roca del Vallès (Barcelona) 

Lucía Blázquez

Madrid - Publicado el

3 min lectura

En verano, y más ahora con las altas temperaturas que estamos viviendo, el helado se convierte en un capricho indiscutible, y si es artesano, probablemente se nos venga a la cabeza una gran variedad de sabores, colores y texturas. Detrás de cada bola, cucurucho o tarrina hay un oficio tradicional que resiste al paso del tiempo y a la industria masiva: el del artesano heladero.

Los inicios de la heladería a través de un legado familiar

Natalia Martínez es una heladera autónoma cuyo negocio familiar, "La Jijonenca", abrió sus puertas en el año 1953 a raíz de su abuelo, el fundador del negocio. Desde entonces, ha pasado de generación en generación: “Luego estuvieron mis padres y ahora mi marido y yo”, afirma. Además, añade que siguen conservando algunas recetas tradicionales heredadas desde el año de su inauguración, y pese a que “hay muchos sabores nuevos, las recetas antiguas siguen siendo las mismas de antes”. El helado de turrón, de fresa y la horchata son algunos ejemplos de elaboraciones que realizan “con las mismas fórmulas de mi abuelo y mi padre”, confiesa. 

Helados

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Sabores de helados

Este legado familiar es lo que, según ella, diferencia un helado artesano de uno industrial. Mucha gente puede pensar que ambos son parecidos, pero desde la elaboración hasta incluso el sabor hay una distinción bastante notable: “Yo creo que la base principal son los productos que se utilicen para elaborarlo”, explica, poniendo el foco en la naturalidad de los ingredientes “con los que se haga el helado”.

Un trabajo con gran sacrificio y pasión

Y es que cuando pensemos en la imagen idílica de un helado, seguramente no razonemos la dura realidad que hay detrás de quienes lo elaboran. Natalia aprovecha todas las ventas de los meses de julio y agosto para poder seguir sosteniendo el negocio durante el invierno: “Nosotros estamos en julio y agosto reventados, luego en septiembre ya empieza a flojear. Y después, en invierno, nada”, aunque a pesar de tener pocas ventas en los últimos meses del año, confiesa que “nosotros somos turroneros y hacemos turrón. Entonces, en noviembre empezamos a hacer turrón hasta el 7 de diciembre”.

Diferentes tipos de turrones

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Diferentes tipos de turrones

A pesar de su gran sacrificio (y pasión) por su trabajo, reconoce que nunca ha vivido un verano: “Yo es que como nací detrás del mostrador porque mi madre ya se dedicaba a esto, siempre he estado en la heladería”. Esta dedicación, a pesar de ser “muy sacrificada, porque son seis meses, desde casi Semana Santa hasta septiembre, que no tienes un día libre”, es lo que le ha llevado a consolidar “clientes de toda la vida”, muchos de ellos vecinos de Premià del Mar.

El futuro incierto de ‘La Jijonenca’

Natalia considera que cada vez cuesta más encontrar a personas dispuestas a asumir los sacrificios que exige este puesto de trabajo. Aunque su hijo actualmente está terminando sus estudios, ella confía en que el legado familiar no se pierda: “A mí no me gustaría que se perdiera, porque son setenta y dos años aquí, al pie del cañón”.

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