" Los chicos visten todos unas zapatillas negras, unos pantalones y una guerra celeste"
Fernando de Haro cierra un programa con una foto de El Mundo

Foto del día: " Los chicos visten todos unas zapatillas negras, unos pantalones y una guerra celeste"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la publica hoy El Mundo. Un grupo de niños y niñas convenientemente distanciados los unos de los otros hacen gimnasia en una explanada gris ante la mirada de dos profesoras que se ven al fondo. Los chicos visten todos unas zapatillas negras, unos pantalones y una guerra celeste. En la cabeza llevan una gorra con una estrella roja como la que gastaba Mao. Todos llevan también anudado al cuello un pañuelo colorado. Están perfectamente uniformados, no exactamente como nuestros niños. Nuestros niños escogen entre cinco marcas de zapatillas que son las únicas aceptadas. Las cinco casi identicas. Escogen entre cuatro marcas de vaqueros, que son las únicas aceptados y entre quince o veinte prendas más. Nuestros niños no están uniformados como los niños chinos, están uniformados de otra manera. Pero bien pensado, el uniforme tiene muchas ventajas. No es necesario pensar lo que se tiene uno que poner, no es necesario pensar qué tiene uno que comprar. El uniforme da seguridad, sabe uno, sin hacer muchos esfuerzos que pertenece a un grupo. El uniforme ahorra tiempo, no tiene uno que pensar por su cuenta, le ahorra a uno el esfuerzo de examinar lo que es bueno y malo, lo que le hace estar contento o alegre, el uniforme es además intemporal, con un buen uniforme está uno a salvo de las vicisitudes de la vida y de la historia, el uniforme es como un buen católogo de buenas ideas, sabe uno que pensar, sabe uno que sentir de antemano, sabe uno quién son los suyos, sabe uno contra quien está, el úniforme solo tiene un problema: requiere cierta similitud de cuerpos y almas, requiere cuerpos homogéneos, requiere convertir la diferencia en una forma de uniformidad, requiere acabar con lo que nos hace únicos y convertirnos en perchas. Una buena percha para un buen uniforme. Nunca se ha hablado tanto de diferencia y nunca habíamos estado tan uniformados. Se han inventando hasta el uniforme de los anti-uniforme. Bajo las casacas y los vaqueros palpita un piel que espera libertad.



