Foto de Fernando de Haro: "El callejón de la foto sereno"

Foto de la calle de un pueblo del sur de Francia pocos minutos después de que se haya echado la tarde. El cielo que se extiende como una mancha de tinta azul sobre las tejas todavía recoge las últimas luces, ultimísimas. El callejón de la foto sereno. A un lado la esquina de una casa baja con los muros de piedra, levantados como los levantaban los romanos, a soga y tizón, lado coro del sillar y luego lado largo y luego lado corto. Al otro lado del callejón otra casa, esta de dos pisos, quizás sea la del alguacil o de otro ministro de justicia, otra casa con un farol muy alto. Un farol muy alto que arde sobre un aplique. Silencio en el pueblo, silencio en el callejón que después del primer farol vuelve a estar oscuro, oscuro como para que los pies se encuentren con algún estorbo, con una carretilla o con un perillo despistado. Al fondo del callejón luce otro farol. Es una luciérnaga con la luz más cálida, con un amarillo como el de una yema de huevo que da un brochazo de recoleta alegría en la noche sola y fría como el alma de un avaro. La candela es discreta, no quiere deslumbrar ni cegar a nadie. Y debajo de ella se hablan con susurros y con el ruido suave de palabras con intención dos personas. Quizás dos amantes, seguro dos amigos. Debajo del farol que abre una brecha en las tinieblas, el callejón tiene salida, la noche espera el alba, los pies no se tropiezan con carretillas, rastrillos y miedos abandonados.