

"No hace falta ser analista de mercados para tener segura una cosa: repostar en la gasolinera nos va a costar un poco más caro"
La comunicadora de 'La Tarde' analiza el cierre del estrecho de Ormuz y lo que puede significar para el mundo y para el bolsillo de todos nosotros
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Te voy a plantear una cuestión tipo adivinanza: ¿Qué tiene que ver la gasolinera donde vas a llenar el depósito con un pequeño punto del planeta que mide entre 40 y 100 kilómetros de ancho y está a 6000 kilómetros de España? Pues con esto de la economía globalizada, tiene que ver bastante y lo vas a notar. Lo vamos a notar.
Te estoy hablando del estrecho de Ormuz. La salida natural por mar de gran parte del petróleo y el gas que se produce en el Golfo Pérsico, que es mucho.
En teoría, desde 1975 este punto está controlado en un extremo por Irán y al otro lado por Omán. En la práctica, es Irán quien tiene la capacidad real de imponer un cierre tirando de musculo militar. Lo que viene a ser la ley del más fuerte.
Se calcula que aproximadamente el 20% del crudo en el mundo transita por ese punto (hasta 20 millones de barriles diarios) y además el 30% del gas. Arabia Saudí, Emiratos, o Kuwait dependen de esa ruta para la mayoría de su comercio de combustibles fósiles.
El estrecho de Ormuz puede ser una de las armas más efectivas que tendría Irán, porque afecta de manera directa a la economía mundial y ahora mismo, el régimen de Teherán está valorando apretar ese gatillo.
Tras el bombardeo de Estados Unidos a varias instalaciones nucleares iranís, el parlamento persa ha propuesto el cierre del estrecho y ahora el Consejo Supremo de ese país tiene que ratificar la decisión. Esto supondría que Irán se reserva el derecho de atacar cualquier embarcación que intente atravesar la zona sin su permiso. Hasta el momento siempre ha amagado, pero no ha formalizado el bloqueo porque también sería un golpe para la economía iraní.
Con esta incertidumbre, lo primero que ha pasado es que el precio del barril de Brent ha comenzado a subir y ronda los 80 dólares y lo mismo ha ocurrido con el precio del gas.
Traducción a nuestro bolsillo: que cada vez que paremos en una gasolinera a llenar el depósito vamos a pagar más y de hecho ya lo estamos notando en los surtidores. Por extensión, lo mismo puede ocurrir con los costes de producción y distribución de infinidad de empresas; que se pueden disparar repercutiendo en los precios. Es lo que técnicamente llamamos subida de la inflación.
Seguro que todo esto te suena. Ya vivimos algo parecido con el inicio de la guerra en Ucrania aunque por ahora, nos movemos todavía en el terreno de la especulación y la incertidumbre. Ahora bien, no hace falta ser analista de mercados para tener segura una cosa; repostar en la gasolinera nos va a costar un poco más caro.