

"Acaban de ver la luz casi 300 cartas que niños de toda España escribieron hace casi tres décadas a la familia de Miguel Ángel Blanco"
Pilar García Muñiz analiza cómo la memoria colectiva se refleja en la emoción pura de casi 300 cartas que niños de toda España escribieron a la familia de Miguel Ángel Blanco hace casi tres décadas, en aquel julio de 1997, recordando que las historias más potentes a veces están escritas con rotuladores de colores
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A veces las historias más potentes no están en los grandes discursos, ni en los documentos oficiales, ni en los análisis políticos. A veces las historias más potentes están escritas con rotuladores de colores.
Acaban de ver la luz casi 300 cartas que niños de toda España escribieron hace casi tres décadas a la familia de Miguel Ángel Blanco. Cartas que les llegaron de colegios, de casas anónimas, de niños que apenas entendían el mundo, pero que sí sabían o sí conocían la injusticia, la tristeza y el miedo. Al leerlas, uno vuelve automáticamente aquel julio de 1997, un momento que marcó a un país entero y en el que todos recordamos dónde estábamos, qué hacíamos, cómo contuvimos el aliento.
Pero en esta exposición, que es fruto de una investigación de la Universidad de Navarra y que se puede ver en la web de la Fundación Miguel Ángel Blanco. La memoria no se muestra desde el análisis político ni desde las cifras. Se muestra desde la emoción pura, desde lo que sintieron los más pequeños.
Son cartas con letras irregulares, con alguna que otra falta de ortografía, con poesías y muchos dibujos. Hay palomas de la paz, hay corazones y también lazos, algunos azules, otros negros. Todo con esa mezcla tan pura de inocencia y verdad que solamente los niños son capaces de expresar.
En una de las cartas, un niño que por su letra posiblemente no pasaba de los 10 años, escribía, "Siento mucho lo que ha pasado. Yo estoy muy triste". Y termina con una frase que desarma: "Yo soy un niño y quiero vivir en paz y libertad".
Son frases que al escucharlas nos recuerdan algo esencial, que la empatía no necesita explicaciones, ni discursos, ni argumentos, que a veces basta con una palabra, con un calor, con un color o simplemente con un dibujo. Y estas cartas nos devuelven también una imagen colectiva, la de un país que enfrentaba a una tragedia respondió unido, que salió a la calle para mostrar su rechazo más absoluto al terrorismo.
Lo impresionante de estas cartas es que aun sin entender del todo lo que estaba ocurriendo, aquellos niños sí entendieron lo más importante, que alguien estaba sufriendo, que una familia estaba esperando, que el silencio de un país entero tenía un significado. Quizá por eso emocionan tanto, porque son un espejo, un recordatorio de lo que fuimos capaces de sentir juntos y de lo que nunca debemos olvidar"



