Cristina, psicóloga, explica el patrón que se repite en las familias en las que el hijo pega a sus padres: "Vienen de hogares..."

Fernando de Haro se adentra en la Fundación Amigó, pensada en ayudar a padres que sufren violencia a manos de sus propios hijos

Cristina explica a Fernando de Haro los efectos de la violencia de los hijos a los padres
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La violencia filio parental, en La Mañana Fin de Semana

Luis Calabor

Madrid - Publicado el

3 min lectura

Cada vez son más los padres que acuden a asociaciones y fundaciones en busca de ayuda porque su hijo les insulta, les amenaza o incluso les agrede. Un problema que, según la psicóloga Cristina, de la Fundación Amigó, “es mucho más común de lo que parece”. 

En una entrevista en La Mañana Fin de Semana de COPE, Cristina explica que en muchos hogares se repite un mismo patrón: “Los chicos que ejercen violencia contra sus padres vienen de hogares donde ha habido otras violencias, aunque no necesariamente físicas. Puede haber habido gritos, humillaciones o incluso situaciones de acoso escolar”. 

La psicóloga subraya que no existe un tipo único de familia afectada por este fenómeno: “No hay un prototipo concreto. Lo que sí vemos son factores que se repiten: falta de límites claros, exposición a la violencia o abuso de la tecnología”. 

Cristina, psicóloga, conversa con Fernando de Haro

Fernando de Haro, en la Fundación Amigó

“Primero, hay que protegerse”

Cristina insiste en que la primera reacción ante una agresión debe ser la protección. “Si el nivel de violencia es alto, lo primero es protegerse. Y si hace falta, se llama al 112. No hay que dudar”, explica. Después, llega el momento de intervenir: “A partir de ahí trabajamos sobre por qué está ocurriendo y empezamos a instaurar un sistema de normas y consecuencias”.

En la Fundación Amigó, donde trabaja, hay lista de espera para atender a las familias, lo que refleja la magnitud del problema. “Muchos padres llegan sintiéndose culpables, con vergüenza, pensando que esto solo les pasa a ellos”, añade David, otro de los técnicos del equipo. “Pero no están solos. Lo primero que hacemos es normalizar la situación: que no se sepa no significa que no ocurra”. 

Cristina, psicóloga, conversa con Fernando de Haro

Cristina, psicóloga, conversa con Fernando de Haro

Lucas y Paula son uno de los matrimonios que han encontrado apoyo en la fundación. Su hija, María, empezó a mostrar comportamientos agresivos tras la pandemia. “Al principio fueron portazos, insultos… y lo dejamos pasar”, confiesa Paula. “Pero fue a más. Llegó un momento en que ya no sabíamos cómo reaccionar”.

El detonante era casi siempre el mismo: el uso del móvil. “El conflicto surgía cuando le pedíamos ver el teléfono o limitar el tiempo de uso”, explica Lucas. “Entonces se enfadaba, gritaba o nos empujaba. Era desesperante”.

Tras escuchar un testimonio similar en la radio, decidieron pedir ayuda. “No lo pensamos dos veces”, cuenta Paula.

Ahora, un año y medio después, la situación ha cambiado. “En casa ya no se normalizan los gritos ni los portazos”, dice Lucas. “Si se rompe una norma, hay una consecuencia clara. Y lo más importante: hemos recuperado el diálogo con nuestra hija. Antes cenábamos con la tele puesta y nadie hablaba. Ahora hablamos, nos escuchamos. Ha vuelto la confianza”.

Al principio fueron portazos, insultos… y lo dejamos pasar. Pero fue a más. Llegó un momento en que ya no sabíamos cómo reaccionar”

Paula

Madre que sufre violencia filial paterna

poner límites claros, esencial

Cristina coincide en que poner límites claros y mantenerlos es esencial. “El problema no es solo la violencia física”, recuerda. “También hay violencia verbal, amenazas o humillaciones que se toleran durante años. Y cuando no se actúa a tiempo, el conflicto escala”.

Según los datos de la Fundación Amigó, el 80-85% de las familias que inician el programa consiguen revertir la situación. Pero no es un proceso rápido. “Hay que ser firmes y constantes”, apunta Lucas. “Y entender que pedir ayuda no es un fracaso, es el primer paso para recuperar a tu hijo”. 

El sentimiento de culpa sigue siendo uno de los principales obstáculos. “Muchos padres piensan que admitir que su hijo les pega es reconocer que han fallado”, señala David. “Pero no es así. Lo importante es romper el silencio”.

Cristina lo resume con claridad: “Decir que esta violencia existe es el primer paso para acabar con ella. No se trata de buscar culpables, sino soluciones. Las familias pueden salir adelante si se les da apoyo y herramientas”. 

La violencia filio paternal ocurre más de lo que parece

Tras meses de trabajo, Lucas y Paula miran al futuro con optimismo. “Ahora hay respeto y comunicación”, dice Paula con una sonrisa. “Hemos aprendido que los límites no alejan, sino que unen. Nos han devuelto a nuestra hija”.

Y esa, concluye Cristina, es la mejor prueba de que la violencia filio-parental se puede superar: “Con ayuda, compromiso y paciencia, muchas familias logran reconstruir la relación y vivir en paz. Eso es lo que nos da sentido cada día”.

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