Diego Garrocho: "Las personas que celebran que los jueces limiten acciones de Meloni o Trump, cuando aquí ocurre se llevan las manos a la cabeza"

Pues cada poco tiempo hay un tribunal que enmienda o limita la acción de un poder político. En España, por ejemplo, ocurrió en el año 2022, cuando el TC paralizó la tramitación de la ley en la que se establecía la renovación del propio Tribunal Constitucional. En Italia, hace unos meses, un tribunal romano decretó que eran ilegales los centros de reclusión de personas migrantes en Albania. 

Y hoy mismo el TC de los Estados Unidos ha decretado que los aranceles de Donald Trump son ilegales. Que la ley pueda someter al poder político es un principio esencial de las democracias liberales, aunque de vez en cuando en nuestro país haya quien intente ponerlo en duda. Pienso, por ejemplo, en Íñigo Errejón o en Carmen Calvo, profesora titular de Derecho Constitucional y presidenta del Consejo de Estado por su pericia jurídica, quien subrayó que la soberanía popular descansa en el Congreso y que, por tanto, no debería existir control o límite alguno. 

Esa pulsión populista es contraria a la democracia constitucional que, por definición, somete al gobierno de los hombres al imperio de las leyes. En España hay también quien insiste en hablar de la existencia de una juristocracia, olvidando que quien habla por boca de los jueces es precisamente la ley. Merecerá la pena volver a Benjamin Constant. El problema del poder absoluto, decía, no es que ostente o que sea ostentado por un hombre solo, por un pueblo o por una cámara. 

El riesgo del poder absoluto es su condición absoluta y, por este motivo, todo soberano, democrático o no, debe estar siempre sometido al imperio de la ley. Y lo que entiendo, Raúl, es que las mismas personas que celebran cuando los jueces limitan la acción de Meloni o de Donald Trump, cuando limitan la acción de aquí, del gobierno, se llevan las manos a la cabeza.