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Bustos: “La crítica periodística no debe ser amable con quien ocupa el cargo de presidente”

Jorge Bustos trae a 'La Linterna' el 'Bueno, el feo y el malo' de la semana: Mariano Rajoy, los nuevos partidos y el separatismo

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Jorge Bustos en los estudios de COPE

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22:18

La última vez que vine a 'La Linterna' a pegar tiros había otro presidente del Gobierno, y me temo que cualquier semana Pablo Iglesias o Rafa Hernando firmarán su propia moción de censura. La política española ha entrado es una espiral de aceleración mediática tan exagerada que cuando un articulista dispara a un político, la bala llega a otro que ahora ocupa su lugar. Pero arriesgándome a tan frustrante efecto, traigo el cargador lleno para despachar esta semana de infarto. Empecemos sin embargo por los elogios, que esta vez merece alguien con quien en vida política no siempre hemos podido ser tan generosos.
 

El Bueno: Mariano Rajoy

A don Mariano, en la hora del adiós, quiero dedicarle el bueno de la semana precisamente porque no se lo he dedicado nunca, si mal no recuerdo, desde que comencé esta sección. No lo hice por la misma razón que no voy a hacerlo con Pedro Sánchez mientras sea presidente: porque creo que la crítica periodística no debe ser demasiado amable con quien ocupa el primer puesto ejecutivo del país. Y sin embargo, ahora que Rajoy ya no es el presidente, y ahora que ha anunciado su renuncia al escaño, al liderazgo de la oposición y a la dirección del PP, suena la hora del recuerdo generoso. Confieso hoy que Rajoy siempre me cayó bien, aunque quizá porque nunca le vi exactamente como un político, o al menos no como un político moderno. Mucha gente, sobre todo en la derecha, opina que Rajoy ha sido una rémora para el PP, pero yo me inclino a pensar que el PP ha sido una rémora para Rajoy. Don Mariano habría gozado de una estupenda reputación al frente de cualquier otra organización, pero heredó una llena de gusanos criados por el aznarismo y él ha pagado las consecuencias. El tiempo pondrá sus mandatos en el lugar justo, con las luces de la gestión económica y con las sombras del desafío territorial y el déficit de ideología liberal-conservadora. Pero no me interesa ahora el balance político sino el personal: el mutis de un hombre imposible de odiar, de un ironista que deja huérfana la tribuna de oradores y de un campechano generador de memes y viñetas que le volvían irresistible hasta para sus peores detractores. Me temo que tardaremos poco en echarlo de menos. Él, mientras tanto, podrá andar rápido por el monte, seguir hasta las ligas africanas de fútbol y volver a los puros. Se lo ha ganado.
 

El Feo: Los nuevos partidos

Podemos y Ciudadanos, a los que la censura exitosa de Sánchez y, sobre todo, el rutilante casting en que consiste su Gobierno sin escaños, ha dejado fuera de foco. Albert Rivera contempla desde la oposición cómo el astuto Sánchez lanza desde Moncloa una OPA salvaje a todas sus ideas, a su estilo de fichar, a su moderación centrista, a su defensa de España. En el poder está nominalmente el PSOE, pero en realidad gobiernan las tesis de Ciudadanos. Al menos en el plano programático y de momento, que otra cosa será el día a día y ahí le queremos ver. Lo que está claro es que Sánchez identificó la corriente de centralidad y patriotismo que lideraba todas las encuestas y la ha metido en el Gobierno para arrebatársela a Rivera, junto con sus votos. Si le saldrá o no, la demoscopia dirá. Pero peor cara que Rivera se le ha quedado a Pablo Iglesias, que hizo con sus votos presidente a Pedro Sánchez y tiene ahora que aguantar el cósmico ninguneo a que el giro al centro de este Gobierno ha sometido al iluso populismo. Ya se veía Monedero de ministro bolivariano de información y propaganda, pero el chasco ha sido brutal. Como inclemente será la venganza, el “calvario” que Iglesias ya le ha prometido a quien ahora se proyecta como única fuerza útil de la izquierda, la única capaz de desalojar al PP y gobernar España, mientras Podemos, traicionado, se va empequeñeciendo en una oposición gritona y estéril. Noches amargas le esperan a don Pablo, que al menos tiene el consuelo de la piscina de su chalé de la sierra, donde a este paso cabrán todos los votantes que vayan quedándole.
 

El Malo: El separatismo

También han quedado chasqueados por nombramientos como el de Borrell o Margarita Robles, e incluso Màxim Huerta les disgusta. Con sus votos han hecho presidente a alguien a quien suponían más maleable que Rajoy, pero Sánchez al fin parece –parece- haber comprendido que no se pueden ganar unas elecciones en España sin una nítida defensa de la unidad de España, y está a cinco minutos de robarle a Rivera el show rojigualda de Marta Sánchez, si es que no la nombra secretaria de Estado de Cultura. Los indepes hierven de rabia, piden reuniones, cuelgan pancartas, claman por recuperar la autonomía de las cuentas, exigen indultos y montan escraches miserables en conferencias de cervantismo. ¿Pero no habíamos quedado en que el quijote está escrito en catalán? Fuera de bromas, el procés continúa, y esa será la verdadera piedra de toque de este gobierno marquetiniano que no va a encontrar ninguna playa bajo los duros adoquines de la minoría parlamentaria. Veremos entonces si el traje de estadista que acaba de comprarse Sánchez en las rebajas democráticas de la moción de censura no es solo la cobertura pinturera de su desnudez política.

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