Cumple años la bandera española. La roja y gualda. Fue nada menos en 1785 cuando un Real Decreto de Carlos III sentó las bases de lo que sería nuestra enseña nacional. Pese a su antigüedad -no en vano en una de las banderas con más historia- muchos la ven como un instrumento de partidos y de ideologías más que como el símbolo nacional que es. Algo que sorprende y mucho en otros países de nuestro entorno. No hay más que mirar a las imágenes de Italia durante la cuarentena, donde il tricolore ha sido un símbolo que ha reunido a todos los italianos.

La historia quiso que nuestra bandera naciese vinculada a la pasión de España por el mar. No en vano, somos una de las grandes naciones náuticas de la historia. Y en siglo de los piratas, de las guerras en el Caribe y de alguno de los grandes enfrentamientos navales, España necesitaba una bandera que permitiese a los buques de su armada avistarse sin lugar a duda. Dividir así a amigos y enemigos.

Durante décadas existió una enseña naval para los buques de guerra, y otra para los mercantes. Por el camino, aquellos colores fueron creciendo en identidad con los hechos de una España convulsa. La Guerra de la Independencia y los hitos posteriores en efecto elevaron aquella como bandera de guerra y como la única bandera posible, hasta su consagración en la década de los cuarenta del siglo XIX. Hablamos del Real Decreto del 13 de octubre de 1943.

Cambios de régimen, de dinastía, la subida y caída de la I República pudieron cambiar nuestro escudo, pero nunca la bandera. La II República supuso la llegada de una bandera alternativa: Que sumaba el morado al rojo y gualda. La Guerra Civil así, sería una innecesaria guerra de banderas.

Los traumas de nuestro pasado hacen que la relación con nuestra bandera sea absurdamente complicada. Y muchos parecen preferir verla como símbolo de partido o ideológica, frente a lo que su larga historia justifica: valorarla como un símbolo de unidad entre españoles.