A medida que avanza el caso Koldo, el caso Ábalos, y toda esta mierda, se entiende perfectamente el interés de Pedro Sánchez y de todo el Gobierno por controlar la Justicia. Se entiende perfectamente el interés de toda la estructura por controlar el Consejo del Poder Judicial y, por lo tanto, los nombramientos en audiencias, salas, y hasta el último juzgado de pueblo. A que sí.

Se entiende perfectamente la rebaja del delito de malversación, porque todos pensábamos que era por Puigdemont, por el trinque o por el procés, que también. No, era por la que se venía encima. La que se venía encima con Ábalos, con las empresas públicas, con el resto de ministerios, con algunos presidentes autonómicos, con altos cargos... Y déjate lo que nos queda por saber.

Y por último, a modo de posdata: el capítulo Venezuela. Es curioso, pero todas las corruptelas, todas las basuras y todas las gentuzas (ya sean por maletas, por comisiones, por viajes, o por influencias) acaban con el denominador común de Venezuela. Si juntas el interés por controlar la justicia, la rebaja del delito de malversación y la corrupción de un régimen como Venezuela, ¿a que se explica perfectamente el interés de Pedro Sánchez de controlar hasta el último juzgado? Pues eso.