"Mirar con esperanza es abrir los ojos a la presencia de Dios en medio de la fragilidad del mundo"

En estos últimos días de agosto, donde el calor sigue apretando, quiero invitarte a detenerte y mirar a tu alrededor. Sin prisa. Pero con una mirada de esperanza.

La verdad que cuesta un poco hacerlo con tantas noticias negativas que de alguna manera nos sacuden: guerras, violencia, injusticias, desastres naturales… Noticias que nos hacen correr el riesgo de dejarnos llevar por la desesperanza fácilmente. Por eso quiero que esa mirada, sea una mirada de fe. Porque solo así seremos capaces de ver más allá de la oscuridad.

Aprender a mirar con esperanza es abrir los ojos a la presencia de Dios en medio de la fragilidad del mundo. La mirada creyente no niega la realidad dura que vivimos, pero la atraviesa con confianza, sabiendo que cada gesto de justicia, de paz, de cuidado, es un pequeño signo de resurrección que Dios hace florecer.

A las puertas del Tiempo de la Creación la Iglesia nos habla precisamente de esa “realidad esperanzada”. Y lo hace con un lema precioso: “Semillas de paz y esperanza en la casa común”. Semillas que, si dejamos que germinen, pueden transformar no solo el mundo que habitamos, sino también nuestro propio interior… Semillas que Dios mismo pone en nuestras manos para que germinen en nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestro planeta…

Semillas de paz, como las que proponen sembrar los obispos españoles en su mensaje para este año. Capaces de poner fin a la violencia y a la guerra. Capaces de ayudarnos a vivir con más sobriedad y solidaridad cambiando nuestros estilos de vida. Capaces de hacernos recuperar la confianza y caminar juntos como peregrinos en esta Tierra que es la Casa Común de todos.

Peregrinos de esperanza… la que trae este Año Jubilar que nos recuerda además que no estamos solos en este camino. Y que la paz, esa paz verdadera que nace de la justicia, es posible. Y nosotros estamos llamados a ser sembradores en esta tierra herida, si, pero fecunda.

Porque donde hay justicia, brota la paz. Y donde hay paz, florece la esperanza.