
¿Qué tal? Muy buenas noches. Poco más de 24 horas han pasado desde que fuera elegido el Papa León XIV. Fue emocionante verle salir al balcón de la basílica de San Pedro, aguantando las lágrimas y saludando a las más de 10.000 personas que habían ido llegando tras conocer la fumata blanca.
HABEMUS PAPAM… León XIV. Su elección marca el inicio de una etapa significativa en la vida de la Iglesia, sin duda caracterizada por la continuidad con el pontificado anterior, pero también por una renovada esperanza en el caminar conjunto del pueblo de Dios. Es el primer Papa agustino, algo que resuena con fuerza porque san Agustín fue un hombre de comunidad, de interioridad y de búsqueda incesante de la verdad. León XIV recoge esa herencia para ofrecer a la Iglesia un liderazgo enraizado en la escucha, la fraternidad y la cercanía.
Desde sus primeras palabras, el nuevo Papa dejó entrever el estilo pastoral que marcará su pontificado. Han sido momentos en los que se ha visto reforzado el compromiso con la sinodalidad, un concepto clave que el nuevo Papa ha abrazado con decisión. Él ha insistido en que la Iglesia debe ser sinodal no como un eslogan, sino como un modo de ser: caminar juntos, discernir juntos, servir juntos.
Con voz serena y mirada humilde, pidió a los fieles y, de modo particular, a los cardenales que lo ayuden a “cargar con la cruz del Papa”, una frase cargada de profundidad espiritual y pastoral. No se presentó como un líder solitario, sino como un hermano que necesita de los otros para caminar.
Este impulso sinodal conecta de manera natural con su trayectoria misionera y pastoral. Como cardenal Robert Prevost, vivió muchos años en América Latina, acompañando comunidades desde la sencillez, visitando parroquias rurales, escuchando a los más pobres. Ese lado profundamente humano y misionero —un pastor con olor a oveja, como diría el Papa Francisco— es el que ahora llega a la sede de Pedro. Su experiencia como superior agustino también lo ha formado en la escucha, el diálogo y la toma de decisiones compartida, también pilares de la sinodalidad.
León XIV representa una continuidad esperanzadora: recoge el legado de sus predecesores, especialmente en su compromiso con una Iglesia en salida, pero añade su propia impronta agustiniana, misionera y fraterna. Su elección es una invitación a todos a caminar juntos, ayudándose mutuamente a cargar la cruz, confiando en que el Espíritu guía a la Iglesia por caminos de renovación humilde y profunda.
HABEMUS PAPAM: León XIV